lunes, enero 27, 2014

RP 496: La Liberación de Naplo

La víspera del fallo de La Haya, los integrantes de Ciudadanos Luchando contra el Racismo también nos propusimos recuperar para todos los peruanos una parte del mar.  Llegamos a Pucusana hacia las 9:30am y nos dirigimos a la Comisaría para avisar que íbamos a comprobar si seguía la segregación en las playas.  
La Comisaría se encuentra a poca distancia de la playa de Naplo y, si los policías hubieran querido, habrían podido intervenir cualquier domingo frente a la ocupación ilegal de parte de la playa.   Lo hubiera podido hacer también algún Fiscal, dado que el Ministerio Público anunció que tomarían cartas en el asunto frente a las diversas denuncias.  Lo mismo se puede decir de la propia Municipalidad de Pucusana, tomando en cuenta, además, que el lunes pasado el Alcalde Pedro Florián, anunció que no habría más tranqueras en las playas.
En realidad, como nosotros no teníamos total confianza ni en la Municipalidad, ni tampoco en la Policía o el Ministerio Público, decidimos comprobar por nuestra cuenta si en verdad había terminado la segregación que habíamos denunciado dos semanas atrás. 
Al llegar a Naplo, todavía había poca gente y comenzamos a repartir los volantes que habíamos preparado contra la segregación playera.   Nuestro texto, además de citar los artículos de la Constitución y la Ley 26856 que señalan que las playas pertenecen a todos los peruanos y prohíben restringir el libre tránsito en ellas, también incide en que las playas deben ser cuidadas y nadie tiene derecho de ensuciarlas.  
Volvimos a ver la famosa cuerda que usaban los vigilantes para impedir el paso.   En realidad, es la soga que sirve para sujetar las boyas y ahora estaba en el suelo, cubierta parcialmente por la arena.   Inicialmente, entonces, pensamos que el problema se había solucionado, aunque en cualquier momento podían volver a levantarla.    Nosotros pasamos sin problemas al “lado exclusivo” y allí hablamos con una señora que vendía helados y decía que los residentes se habían querido apropiar de toda la playa antes, pero que la gente de Pucusana se les había enfrentado.  
-Es que de esto vivimos.   Durante el invierno no viene nadie por acá.
Sin embargo, la situación no se había arreglado: hacia las 10am, pude ver que a dos señores que caminaban por la playa los vigilantes les impedían el acceso a la “zona prohibida”. Yo me acerqué a ellos y me explicaron que les habían dicho: “Esta parte es solamente para los residentes”.   
Les dimos los volantes y comenzamos a repartir a toda la gente del lado “popular”.  Varias personas nos contaron que todos los años sucedía lo mismo.
-Yo me quedo acá para no hacerme problema –nos comentó un señor que había traído a un grupo juvenil de una parroquia de Villa María del Triunfo.  Era lo que todos los veraneantes asiduos repetían.   De hecho, quienes pretendían pasar al “lado exclusivo” eran en su mayoría visitantes ocasionales. 
Para entonces, los vigilantes se habían dado cuenta de nuestra presencia e inclusive uno de ellos vino para pedir un volante.   Otro, mayor de barba y aspecto aún menos amigable que sus colegas, me tomó una fotografía. 
Los vigilantes nos seguían mirando, leían los volantes, pero comenzaron a permitir a las personas del lado “popular” que estaban paseando sin maletines o bolsas, que continuaran su camino por el “lado exclusivo”.    En varios momentos, algunos residentes se acercaban a hablar con los vigilantes, entre ellos, una señora que blandía uno de los  volantes.
El momento clave fue cuando un grupo de jóvenes, llevando mochilas y toallas, quiso pasar a sentarse en la arena.   Los vigilantes los rodearon para preguntarles si eran residentes, pero al mismo tiempo miraban hacia nuestro lado (y a nuestras cámaras) con nerviosismo.   Finalmente, les permitieron el paso:
-Pero no están llevando comida, ¿no?
Nosotros pasamos para ese lado y se nos acercó el vigilante mayor y barbudo.  Nos dio la mano y nos dijo:
-Miren, la playa es de todos, todos pueden pasar, pero lo que no queremos es que la gente ensucie.
Le replicamos que eso era lo que decía el volante, pero que no debían impedir el libre tránsito.
-No, eso no se hace –insistió él, pese a lo que habíamos visto ese día y hacía dos semanas-.  Las playas son libres –repitió dos veces.
A partir de entonces, los vigilantes ya no bloqueaban el paso ni estaban apostados dentro del agua para que los bañistas no pasaran la cuerda.   Nosotros nos bañamos en las “aguas prohibidas” sin ningún problema, como mucha gente.   Hacia las 12, llegaban varias familias al “lado exclusivo” o “ex lado exclusivo”, que ni sabían lo que había ocurrido allí.
Después de un buen rato observando la situación, nos retiramos, volviendo a repartir volantes a todas las personas que recién llegaban a la playa para que supieran dónde quejarse si volvía a suceder.       
No sólo las empresas pesqueras chilenas han perdido control sobre una parte del mar…  Lo mismo le sucedió ayer a los residentes de Naplo  y muchas personas pudieron disfrutar de las aguas del mar que les estaban prohibidas.   
Sin embargo, para que Naplo y el resto del litoral pueda ser disfrutado por todos los peruanos, no es suficiente la intervención de algunos activistas, sino de las autoridades peruanas.   La visita de ayer sirvió también para comprobar su lamentable pasividad cuando se trata de enfrentar los abusos de quienes tienen poder económico.   


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RP 495 Sobre Ghettos y Cercados

En estos tiempos, cuando se habla del “Cercado”, ningún habitante de la capital piensa en un lugar especialmente “cercado”.   Sin embargo, alguna vez, a fines del siglo XVI, cientos de limeños fueron confinados y los obligaron a trasladarse a la reducción de Santiago del Cercado, ubicada en parte de lo que actualmente consideramos Barrios Altos.   Se trataba de los indígenas, a quienes el régimen español buscaba separar del resto de la ciudad, reservado para las casas de los españoles y los criollos.   En dichas casas, claro, existía otra segregación, impuesta a los esclavos negros.
Lima ha cambiado mucho desde entonces: con la Independencia muchos españoles se marcharon y durante el resto del siglo XIX llegaron a Lima millares de europeos y asiáticos.   En el siglo XX fue el turno de los peruanos provenientes de todo el país, muchos de ellos de origen indígena.   
En la actualidad, pretender confinar a los limeños de origen indígena sería absurdo, pero sí es posible “autoconfinarse”, construir “cercados” para aislarse de ellos, en una especie de ghettos voluntarios, donde también, como en los tiempos coloniales, se mantiene la segregación a las trabajadoras del hogar.
El primer mecanismo para “autoconfinarse” fueron las urbanizaciones que surgieron desde los años sesenta, lo más alejadas que fuera posible de los migrantes.    Sin embargo, éstos no se quedaron en el centro de la ciudad, sino que llegaron a cerros y arenales.      De allí que, como en el antiguo Cercado, algunas urbanizaciones edificaron muros para “protegerse”, como ocurre en Las Casuarinas. 
Actualmente, los “cercados” surgen en muchos distritos, no necesariamente con carácter étnico, sino económico: se trata de condominios privados, algunos con parques en su interior.   Muchos nuevos edificios operan también de esta manera.   Hace unos meses, fui a visitar a un amigo pintor en un edificio de Lince y, pese a que él desde el intercomunicador me había abierto, un malgeniado vigilante no me quería dejar ingresar si no le entregaba mi DNI.  
La segregación étnica se ha mantenido en discotecas y playas, porque en ambos casos se trata de espacios de exhibición física y no es suficiente la capacidad económica para ser aceptado.     Las discotecas tuvieron que ceder después de las multas que recibieron, aunque el sistema de “listas” puede generar que solamente personas de algunos rasgos sean invitadas.
Las denuncias de este verano han mostrado que el ejemplo más visible de segregacionismo ocurre en las playas.  En algunos casos, con muros, garitas; en otros, con sogas, como en Naplo o con piedras pintadas de blanco, como en Huanchaco… y siempre con vigilantes que paradójicamente pertenecen al grupo de los excluidos.  Para quienes los contratan, no tiene mayor vigencia la ley 26856 que establece que las playas son de todos los ciudadanos.   “Y mucha gente que tiene casa en esos condominios allí suele hablar de derechos humanos y justicia social”, declara una profesora universitaria.   En la misma Lima, el Club Regatas ocupa buena parte de la playa.
Todas estas playas segregadas muestran que desde los tiempos de la reducción del Cercado la mentalidad de las élites no ha cambiado tanto.   Por eso, a quienes se esfuerzan en separarse de los demás no les preocupa que sus hijos desde niños crean que la segregación es natural y que “cada uno tiene su lugar” en la ciudad y la vida.  
Quien tiene una mentalidad segregacionista termina teniendo grandes dificultades para vincularse con sus compatriotas, aunque los tenga a poca distancia, como ocurre en algunas universidades: 
-Los alumnos nunca tienen expresiones racistas–señala un profesor de Historia Económica -, pero en cada salón, la división étnica es impresionante.
Hasta donde yo  sé, ninguna universidad se preocupa por enfrentar el problema.   Las más progresistas creen que, espontáneamente, los estudiantes irán conociendo a personas diferentes a sus familiares o sus amigos del colegio y abrirán sus horizontes.    Muchas veces ocurre, pero muchas veces no.   En una sociedad acostumbrada a clasificar a las personas, se pasa fácilmente de la segregación étnica a la segregación económica o también por distrito, por universidad de origen, por no tener automóvil y sigue un largo etcétera.    
Por el bien de nuestra ciudad y del Perú todas las instituciones públicas y privadas deberían luchar contra la mentalidad de ghetto, con mayor énfasis si se da en espacios educativos como un colegio o una universidad.   La propia gobernabilidad de la ciudad debería llevar a que la integración social sea una meta.   ¿Es tan difícil entenderlo?  

domingo, enero 19, 2014

RP 494: El Odio, las Playas y el Facebook

El 15 de enero, los integrantes del colectivo Ciudadanos Luchando contra el Racismo recibimos un sorprendente mensaje de Facebook, se decía que habían cancelado la página que fundamos en junio del 2012… por difundir lenguaje de odio.
Evidentemente, se trata de una medida totalmente absurda: una página que precisamente luchaba contra el odio racial era clausurada, mientras muchas páginas racistas o machistas subsisten muy campantes.   Nosotros siempre hemos evitado los insultos y hemos tenido que borrar comentarios de personas que creían que ofender a los blancos era una forma de luchar contra el racismo.   En la página hemos condenado toda forma de racismo, sea hacia andinos, blancos, afroperuanos, orientales, judíos, gitanos, amazónicos o mestizos.
También hemos evitado sumarnos a “linchamientos antirracistas”, es decir, cuando los medios de comunicación significan a un personaje público, generalmente una actriz y muchas personas los insultan ferozmente.   Para nuestro colectivo, el racismo está presente en todos los peruanos, también en quienes creen no serlo (esos que dicen "Yo no soy racista, pero...")   Por eso, también hemos siempre tenido cautela antes de realizar denuncias públicas y buscamos comprobarlas siempre, como hicimos el pasado fin de semana en Naplo.   
Precisamente,  creemos que la clausura de la página se debe a que comenzamos a denunciar la discriminación en Naplo, Playa Hermosa, Huanchaco y otras playas.   Por un lado, llegaban centenares de adhesiones, pero también recibíamos mensajes agresivos de personas que empleaban un discurso “higiénico” o “ecológico”, rechazando a las personas sucias (“cochinos” es el término más frecuente) que no saben cuidar las playas.    Nosotros hemos comprobado que impide el acceso inclusive a bañistas que no pueden ensuciar nada, porque aún dentro del agua se han establecido barreras.  Los rasgos físicos son el principal factor que usan los vigilantes para discernir quién tiene “cara de residente”.  
Probablemente, para los playeros racistas, nuestra página se convirtió en una amenaza para sus privilegios y por ello no han vacilado en denunciarla masivamente a Facebook.   No les importa si la sociedad peruana pierde un espacio para generar cambios sociales… porque no quieren esos cambios.   Por eso es que escriben con tanto odio.
Criticar el apartheid playero es una osadía muy grande, porque implica criticar un orden de cosas basado en que “todo el mundo tiene su lugar”, como declaró un individuo que participa nada menos que en el coro de la Catedral de Chiclayo.    Y esta segregación se basa en algo peor todavía, creo que para muchos peruanos su sentimiento de poder o su autoreconocimiento se basa en la posibilidad de humillar a otro.   Desde niños se puede aprender a menospreciar a otro por su colegio, su color, su lugar de origen. 
Estamos ante una terrible cadena de menosprecio y desdén, donde es difícil encontrar quiénes son solamente víctimas y muchos quisieran, al menos por un momento, ser victimarios.   Así,  el provinciano ninguneado en Lima, se comporta de manera altiva al regresar a su pueblo. 
Por eso, denunciar el racismo generalizado de nuestra sociedad es cuestionar un orden de cosas basado en jerarquías, pero también en humillación.   Es decirle a los compatriotas que  humillar a otro es una confesión de debilidad o de escasa autoestima.  Reconocer que el racismo existe implica admitir que es absurdo hablar de unidad nacional, patriotismo o amor por la comida peruana si se coloca una soga para que otros compatriotas no se bañen cerca de mí o si uno duerme cómodamente, mientras la trabajadora del hogar se encuentra confinada en una habitación inhumana. 
Muchas veces, no es que una persona esté explotando o abusando del débil… pero al menos siente que puede reírse de él.   Recuerdo la extrema violencia que sufrió hace unos años Mónica Carrillo, Presidenta de Lundú por denunciar el racismo del Negro Mama.   Los insultos y agresiones provenían muchas veces de gente que seguramente nunca alternaba con personas negras, pero siente que el humor racista es como una válvula de escape para sus propias tensiones, pues permite sentir que hay gente inferior a uno mismo.
Luchar contra el racismo es por eso un reto enorme, porque, ser racista en el Perú es casi una válvula de escape, un mecanismo de defensa o de supervivencia. 

El lunes pasado, la página Ciudadanos Luchando contra el Racismo fue restablecida.   Allí los esperamos para seguir promoviendo la lucha contra la discriminación racial en nuestro país.

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jueves, enero 09, 2014

RP 493 Las violentas "rondas urbanas"

Muchas personas han quedado conmocionadas al ver a un grupo de “ronderos urbanos” azotar a las trabajadoras de un club nocturno en Cajamarca, con el argumento que se trataba de prostitutas.    Semanas antes, cinco médicos y tres enfermeras fueron azotados por otra “ronda urbana” en Cutervo, por estar bailando en una discoteca.
En medio de la confusión que normalmente existe respecto a la administración de justicia comunitaria, había quienes creían que se trataba de “rondas campesinas” que estarían buscando moralizar Cajamarca.
En realidad, las “rondas urbanas” son un fenómeno relativamente nuevo: grupos de personas que, ante el crecimiento de la delincuencia, declaran que pondrán orden sancionando violentamente a los delincuentes.   Sin embargo, para ellos los delincuentes pueden ser personas ebrias, prostitutas, homosexuales, adúlteros… o deudores.   Sí, porque cuando alguien tiene un deudor moroso puede llamar a la ronda urbana para que golpee al remiso hasta que pague.    Los golpeadores, por supuesto, cobran una parte de la deuda.   
En un caso reciente, el deudor había pagado ya cuando la ronda lo golpeó brutalmente… y luego los agresores reclamaron al acreedor su pago, porque “habían cumplido con el trabajo”
Estos hechos muestran que estas “rondas urbanas” poco tienen que ver con justicia o con algún tipo de valor moral, aunque sí con el vacío de poder que puede existir en varias ciudades del norte del Perú.   De un lado, la Policía se muestra muchas veces incapaz de enfrentar la creciente delincuencia, pero la situación se complica porque muchos fiscales creen que su función es archivar denuncias (no hay ningún error en lo que he escrito, pues inclusive es una meta en algunas fiscalías), logrando de esta forma generar una sensación de impunidad.
Las rondas urbanas no tienen reconocimiento constitucional, legal o judicial.   En la ciudad de Cajamarca cuentan sí con el reconocimiento de la Municipalidad, que sin embargo, no es ningún aval para golpear personas o administrar justicia.   Lamentablemente, se han convertido en agrupaciones tan violentas que los propios jueces, fiscales o policías tienen temor de ser agredidos o también temor de que, si pretenden procesarlos, se les diga que están impidiendo a los ciudadanos defenderse de la delincuencia.  De hecho, un sector de la población, todavía considera que los crímenes que cometen los ronderos urbanos se justifican porque “la sociedad está corrompida” o porque “la gente no entiende de otra manera”.    
Lamentablemente, creo que existe un sector de magistrados y fiscales que prefiere lavarse las manos frente a estos hechos y también están quienes tienen una confusión con las rondas campesinas y creen que se está ante una forma de justicia comunal, producto de una “cultura diferente”.   Para algunos limeños, toda Cajamarca es una zona rural.
A diferencia de las rondas campesinas, que tuvieron inicialmente la asesoría de la Iglesia Católica para evitar situaciones violentas y buscaban solucionar los conflictos, estas “rondas urbanas” solamente emplean la agresión física de manera prepotente e irracional. 

Es indispensable, por lo tanto, la intervención de las autoridades para sancionar los últimos hechos de violencia ocurridos en Cajamarca y Cutervo.   Es fundamental también que las rondas campesinas, las auténticas, se pronuncien al respecto, deslindando con los castigos físicos que todavía suelen imponer.   

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martes, enero 07, 2014

RP 492 La CIudad y la Desigualdad

“Se debe terminar con las desigualdades económicas y sociales que nos amenazan...   Incrementaré los impuestos a los ricos…  Lucharé contra la injusticia...   Enfrentaré la crisis de inequidad que vivimos…”
Quien realizó todos estos anuncios no era un político chavista latinoamericano, sino el nuevo Alcalde de Nueva York, Bill De Blassio, en su discurso al asumir el cargo el pasado 1° de enero.  De Blassio, que fue elegido por el 73% de los votos, ha insistido repetidas veces que en Nueva York coexisten “dos ciudades”, una elitista (donde el 1% la pasa muy bien) y otra llena de necesidades. 
Horas antes, en El Vaticano, durante la tradicional Misa de Acción de Gracias de fin de año el Papa Francisco denunció que muchos de los antiguos habitantes de Roma se contentan con tener una ciudad llena de monumentos para “tarjeta postal” (en su mayoría gracias a los Papas anteriores) y se olvidan de las necesidades cotidianas de todos los refugiados y migrantes que viven en la misma ciudad. 
Mientras en otros países se escuchan estas denuncias contra la desigualdad urbana, en las ciudades peruanas parecemos acostumbrados a una desigualdad tan o más intensa que la existente en Roma o Nueva York.   De hecho, cualquier líder político o dirigente social que empleara las expresiones del Papa o de De Blassio sería acusado en el Perú de fomentar el resentimiento y el conflicto social. 

Este pacto de no hablar sobre lo que todos vemos está muy extendido en una ciudad como Lima, donde es lacerante la desigualdad.    Es verdad que muchas familias de Comas, San Juan de Lurigancho o Villa El Salvador actualmente pueden ser consideradas de clase media, pero no deja de ser chocante revisar los indicadores de cuántas personas no tienen acceso al agua potable, servicios adecuados de salud o una vivienda digna.   Ahora, además, la desigualdad se puede apreciar de manera panorámica desde las alturas del Tren Eléctrico: se ve a Las Casuarinas y Pamplona en el mismo cerro, pero separadas por varios muros y una extensa de “zona de amortiguamiento” que impide el contacto.   Allí, la metáfora de De Blassio sobre las “dos ciudades” se hace claramente visible.


Aún en distritos acomodados se aprecia la desigualdad, como en las urbanizaciones de La Molina o Surco donde no existen veredas y las trabajadoras del hogar, los jardineros o cualquier otro visitante arriesgan sus vidas, sin que esto preocupe mucho a las Municipalidades de esos lugares.   Tampoco les molesta a los funcionarios municipales autorizar la construcción de nuevas viviendas donde se confina a la trabajadora del hogar a una habitación minúscula. 
En realidad, las desigualdades de carácter social se reflejan y refuerzan desde la misma división de la ciudad en distritos, que origina que los recursos de los barrios más ricos se queden en ellas.   “Sería absurdo que los impuestos que paga la gente de Leblón se gastaran allí”, me decían unos amigos de Río de Janeiro.   En Lima ese absurdo es normal.   De esta manera, en algunos distritos sobra tanto dinero que se gasta en para iluminar árboles (con reflectores encendidos hasta de madrugada).   La división en distritos fragmenta la identidad como limeños y genera inclusive sentimientos de feudos, como los conflictos entre Magdalena y San Isidro por el control de una zona adinerada o la reciente  “toma de posesión” de Surco de una parte de Chorrillos, cuyos habitantes sienten poco en común con el resto de su distrito.
Una de las peores consecuencias de la desigualdad urbana es que se convierte en caldo de cultivo para la delincuencia.   Sucede así en Centroamérica, Brasil y Venezuela, pero también en las prósperas ciudades del norte del Perú, donde la violencia parece incrementarse de la mano con los nuevos centros comerciales.    De hecho, el crecimiento económico, cuando sólo favorece a un sector de la población, puede incrementar la desigualdad.  Otra consecuencia más extendida (al punto que muchos la consideran natural) es la desconfianza que unos peruanos sienten hacia otros por su color de piel, su apellido y, especialmente, el lugar donde viven. 
En ese contexto, me ha conmovido saber que en la última noche del 2013, 400 voluntarios prepararon y repartieron alimentos a gente que vive en la calle… en Buenos Aires.   En Lima, solamente los gatos del parque Kennedy reciben una atención similar.  Es más, algunas personas sostienen que prefieren apoyar así a los animales, habiendo mucha gente pobre, porque los pobres, aún los niños, podían ser malos y los animales no. 

En las próximas semanas, se celebrará un nuevo aniversario de nuestra ciudad con ceremonias protocolares, y una gran verbena, la última de la gestión de Susana Villarán.   Lo importante sería aprovechar cada aniversario para saber qué se hace por reducir la desigualdad.    El primer paso debería ser reconocer que existe e indignarse por ello.  

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domingo, enero 05, 2014

¿TENDREMOS EN EL PERÚ (POR FIN) UN NUEVO CARDENAL?


En Brasil, Paraguay (donde nunca ha habido un cardenal) y otros países, se aguarda con expectativa el próximo anuncio que hará el Papa Francisco sobre el nombramiento de nuevos cardenales.   En el Perú no existe mucho debate al respecto, por lo que conviene compartir algunas ideas.

Desde hace algunos meses se rumorea en círculos eclesiásticos que el Papa Francisco reemplazaría a Juan Luis Cipriani o le daría un cargo simbólico en Roma ante las múltiples quejas existentes.    El último pedido para que Cipriani fuera reemplazado estuvo a cargo del Premio Nobel Mario Vargas Llosa en una entrevista en La República. 

Otra posibilidad es que el Papa decida mantener a Cipriani, pero nombrar a uno o dos cardenales más, con lo cual disminuiría drásticamente su poder.   No es una posibilidad descabellada: si vemos el número de católicos peruanos, existe una evidente desproporción frente a países como Italia, con 26 cardenales y Estados Unidos con 11.       

Los obispos más voceados para un posible nombramiento son el Arzobispo de Ayacucho, Salvador Piñeiro, cuya personalidad carismática le logró el aprecio de muchas personas mientras trabajó en Lima, y el Arzobispo de Huancayo, Pedro Barreto, muy comprometido con la causa ecológica y los derechos humanos.  Barreto es jesuita como el Papa y trabajaron juntos en la reducción del documento de Aparecida.    Hay quienes creen que el Papa podría escoger a otro sacerdote peruano, aunque no sea obispo, con los cuales las posibilidades serían mucho mayores.     Debe precisarse que existe también el rumor que podría ser promovido el Arzobispo de Arequipa, Javier Del Río, de clara tendencia conservadora, aunque sin la agresividad de Cipriani ni el respaldo que de manera permanente y pública ha dado hacia Fujimori.     

Los progresistas podrían tener razón para tener confianza, dadas las decisiones que el Papa ha tenido en estos diez meses, desde el nombramiento de Pietro Parolin, como nuevo Secretario de Estado hasta el retiro del cardenal estadounidense Raymond Burke, quien hasta diciembre integraba la Congregación para los Obispos y así tenía mucha injerencia en nuevos nombramientos, pero ha sido enviado de regreso a su país.  

De hecho, se piensa que entre los nuevos cardenales estarán Parolin y Gerhard Müller, el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, muy cercano a Gustavo Gutiérrez.  El año pasado Müller cuestionó públicamente a Cipriani por prohibir a varios sacerdotes enseñar Teología en la PUCP y éste, en uno de sus momentos de descontrol, lo ha acusado de “ingenuo”.  Otro nuevo cardenal sería el inglés Vincent Nichols, quien durante varios años fue acosado por sectores conservadores por permitir misas para la comunidad homosexual.

En un principio, se pensaba que el anuncio se realizaría el día de hoy,  después del rezo del Angelus por el Día de la Epifanía, que en el Perú llamamos Día de los Reyes Magos.  Ahora se cree que puede ser el miércoles 22 de enero, es decir, con un mes de anticipación para la ceremonia del 22 de febrero, en que los elegidos recibirán el capelo cardenalicio.


En setiembre, después que el Papa celebró misa con Gustavo Gutiérrez en la capilla de Santa Marta, Cipriani se trasladó a Roma por varios días.   Su larga permanencia ni siquiera le permitió enfrentar los graves escándalos sexuales suscitados por dos obispos cercanos a él, uno en Lima y otro en Ayacucho.   Parecía que estaba buscando una ubicación en la curia o dentro del propio Opus Dei, al saber que pronto dejaría el Perú.   

Sin embargo, su violenta reacción el sábado contra Vargas Llosa y contra monseñor Bambarén, a quien acusó de senil, lo vuelve a mostrar envalentonado.  ¿Será que se siente confiado en que por esta vez el Papa no realizará ningún nombramiento en el Perú?  En todo caso, en estos meses Francisco no ha dejado de sorprender con sus decisiones y en este mes de enero podría volverlo a hacer. 

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