RP 500: Racismo en Huancayo. Más allá de la condena
-¿Tú qué te has creído? ¡Eres una llama, una llama!
Semejantes insultos los escuché
un día de junio de 1986 y quien los profería era una chica de unos doce años.
Me encontraba en un ómnibus
regresando de Trujillo donde había participado en un encuentro católico a nivel
nacional y las chicas que se insultaban
provenían de un colegio religioso de Huancayo.
Tantos años después, por el hábito de la monja que las acompañaba,
debían estudiar en un colegio salesiano.
Porque sí, había una monja que escuchaba impávida los insultos racistas
de sus pupilas.
Seguramente, las chicas que se
insultaban ahora tienen hijos y no sé si seguirán usando la palabra llama como
insulto. Sin embargo, hace dos años en
SEDAM, la empresa de abastecimiento de agua de Huancayo, la empleada Azucena
Algendones fue insultada como “Negra cocodrilo” por una colega y desde entonces
ha sufrido múltiples hostilizaciones laborales por atreverse a enfrentar estos
hechos.
Pensé en estos casos ayer cuando
escuché al Alcalde de Huancayo, Dimas Aliaga sostener, a raíz de los insultos
que recibió el miércoles un futbolista brasileño, que los vecinos de dicha
ciudad rechazan el racismo. No es
cierto: los huancaínos, como los pucallpinos, los limeños o los cajamarquinos
practican el racismo cotidianamente. La
abrumadora mayoría de peruanos ha interiorizado que al más andino o al más
negro se le puede humillar. Esta vez
hay una reacción pública, porque nada menos que una de las mujeres más
poderosas del mundo, Dilma Rousseff, se ha pronunciado en defensa de su
compatriota.
Hace un año, en febrero, cuando
el futbolista Edgar Villamarín sufrió insultos similares en Cajamarca, no se
pronunciaron ni el Alcalde de dicha ciudad, ni a mucha gente le pareció grave. Tampoco cuando ocurrió hace unos meses en
pleno Estadio Nacional con varios jugadores ecuatorianos durante las
Eliminatorias para el Mundial.
Es más, el año pasado también el
protagonista de insultos racistas no fueron anónimos hinchas sino un jugador
del propio Real Garcilaso, Luis Guadalupe, quien denominó “serrano pezuñento”
al futbolista Johan Fano. Lo más
sorprendente es que Guadalupe juega para un equipo cusqueño y no recibió mayor
sanción de los directivos del club ni del entrenador Fredy García, que ahora ha
pedido disculpas al equipo Cruzeiro y al futbolista Tinga.
Un hecho destacable es que, por
primera vez, el Presidente Ollanta Humala ha condenado públicamente un
incidente racista. Sin embargo, hubiera sido mucho mejor que
se hubiera pronunciado cuando fueron insultados los futbolistas Fano y
Villamarín. Si lo hubiera hecho, y en general, si esos
insultos hubieran generado un rechazo extendido en ámbitos políticos y
deportivos, probablemente los hinchas huancaínos lo habrían pensado dos veces
antes de insultar a Tinga.
En realidad, pareciera que sólo
se reacciona debido al rechazo internacional, cuando la víctima del racismo es
un extranjero. Hace unos años, sucedió lo mismo cuando una
importante funcionaria jamaiquina fue impedida de ingresar a una discoteca en
Miraflores o cuando a un profesor de Harvard le ocurrió lo mismo en el Café del
Mar. Sin embargo, cuando el racismo ocurre entre los peruanos nos parece
natural. Así sucede en Ancón cuando policías y serenos ven cercada
con cuerdas la parte exclusiva y cuando la publicidad racista de Plaza San
Miguel o Megaplaza es aceptada con naturalidad por todos los que acuden
allí. . ¿Tendrá que suceder que a un futbolista
brasileño le impidan ingresar a las “áreas privadas” de Naplo o Ancón,
para que reaccione el gobierno peruano?
Quiero además llamar la atención
sobre que los incidentes de racismo en los estadios ocurren contra jugadores
afrodescendientes, porque en el Perú sigue pensándose que los negros merecen
menos respeto y sigue siendo legítimo burlarse de ellos. No es casualidad el éxito del Negro Mama y
las protestas que se produjeron cuando Frecuencia Latina fue sancionada por
transmitirlo.
Por eso, aunque son muchos los
peruanos que han condenado lo ocurrido en Huancayo, pero también los hay bastantes
que intentaron minimizar los hechos asumiendo que es legítimo insultar a los
afroperuanos o sostienen que la protesta se debe a que los brasileños perdieron
ante el Real Garcilaso. No faltaron
también quienes se dedicaron a insultar a los huancaínos de manera absurda,
llamándolos “racistas serranos ignorantes”.
Es tiempo que los peruanos
aceptemos que el racismo es un problema permanente, que se vincula a muchas
otras formas de discriminación (social, económica, por lugar de origen o de
residencia, apellido, sexo, actividad, etc.).
Dilma Rousseff reacciona ofendida
porque proviene de un país que lleva más de una década implementando políticas
públicas contra el racismo, a través de la Secretaría de Promoción de la
Igualdad Racial. En el Perú aún no
tenemos ninguna política pública para enfrentar el racismo en la Policía
Nacional, el Poder Judicial o los colegios como aquel donde estudiaban las
escolares huancaínas que mencioné al principio. ¿No es tiempo de luchar contra este flagelo?
Etiquetas: Brasil, fútbol, Huancayo, Negro Mama, Racismo, racismo en el fútbol, Seppir
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