martes, febrero 18, 2014

RP 502: La Liberación de Ancón

-¡No están las sogas! –comentó un residente, sorprendido, al ingresar a la “zona restringida” en Playa Hermosa.
Apenas dos semanas antes habíamos visto que los residentes habían hecho cercar con cuerdas una parte de la playa.   Tenían a tres vigilantes con polo celeste apostados para que ningún veraneante distraído ingresara en la “zona restringida” y habían colocado unos avisos de la Municipalidad de Ancón a manera de tranqueras para impedir el paso.    Nosotros mismos vimos cómo los vigilantes impedían el tránsito a los veraneantes, pese a lo cual osamos sentarnos un tiempo en esa parte de la playa.
Llegó enfurecido un residente con polo a rayas, que había visto nuestros volantes a decirnos lo de siempre, que esa gente era sucia y que debíamos tomarle una foto a la basura que dejaban (exactamente lo mismo que decían los vigilantes de Naplo, con la diferencia que a las playas de Ancón, nadie lleva comida).    El amable señor regresó a su sombrilla y continuó bebiendo cerveza, porque él sí podía hacerlo.   Es más, una sumisa empleada esperaba las órdenes de los residentes para llevarles comidas y bebidas.  
Las fotos que tomamos de la “zona restringida” de Playa Hermosa, difundidas por las redes sociales y la revista Velaverde y nuestras gestiones ante la Defensoría del Pueblo parece que dieron resultado: las sogas y tranqueras habían sido retiradas.   Los vigilantes estaban cerca, pero ya no estaban uniformados ni impedían el paso, sino que conversaban con un vendedor de pelotas.   En esa zona cada sombrilla tenía el nombre de la familia residente, pero ya nadie hacía caso de la disposición.
Los cambios en Playa Hermosa fueron muy satisfactorios, pero no los únicos: en el malecón de Playa Norte, donde hacía una semana todavía se impedía el paso, ahora era posible ingresar tranquilamente.   Es más, en una de las bancas una pareja de no residentes estaba conversando.   En otra estaban sentados dos policías y les entregamos los volantes y les contamos lo que veníamos a hacer a Ancón.   Lo mismo habíamos hecho en la comisaría de Ancón e hicimos después con los policías y serenos que encontramos.
Sin embargo, los vigilantes de esa zona siguen allí, aunque sin uniforme.
-Por aquí no hay salida –dicen a veces a la gente, pero no impiden el paso. 
Ahora bien, los cambios en algunas playas no quieren decir que se haya solucionado del todo la segregación en Ancón ni la usurpación de las playas por una minoría.
Hicimos una prueba al respecto en la playa Los Enanos, sentándonos bajo una sombrilla de paja.   Llegaron tres vigilantes nerviosos a decirnos que íbamos a tener un problema con el “propietario”.    Nosotros le decíamos que la playa no tenía propietario, ni la sombra tampoco, pero que, si venía esa persona, nos retiraríamos.   Los vigilantes insistieron en que nos teníamos que ir en ese momento.   Decidimos quedarnos.
-Acá ha venido canal 4, canal 2.  Han hecho reportaje y todo ha seguido igual y seguirá igual –decía el mayor de los vigilantes.
-Pero ya no va a ser así –les indicó mi amigo Horacio.
En ese momento vimos a dos policías y los llamamos.   Curiosamente, eran los mismos con los que habíamos hablado en Playa Norte.
Los policías bajaron y conversaron con nosotros, mientras los vigilantes se dispersaron de inmediato.   Regresaron después, cordiales, a decirnos que el problema era más grave en Playa Hermosa:
-Ya no, señor.   Venimos de allí.
-Entonces vayan al Casino.   Allí verán cómo es.
Estuvimos un rato más y de allí pasamos a la zona del Casino.     y allí sucedió algo que no nos había pasado ni siquiera en Playa Hermosa: cuando nos vieron caminar por la arena, aparecieron cuatro vigilantes con polo rojo a decirnos:
-Están incomodando.   Esta playa es privada.
Pese a que les mostramos los volantes, siguieron insistiendo.   Solamente quedó decirles que llamaríamos a la policía como ya habíamos hecho y nos sentamos en la playa un buen rato.   Parece ser que el Casino de Ancón considera que esa parte de la playa es solamente para sus socios.  
Al salir, repartimos los volantes entre las personas que estaban en la zona cercana al casino y las personas que llegaban recién a la playa, recomendándoles que, si querían más espacio, aprovecharan la zona libre.
-¿Allí se puede pasar?  -nos preguntaron unos jóvenes.
-Claro que sí –les dijimos.
Después vimos que se habían ubicado a unos metros de la zona del Casino, pero todavía sin “incomodar” a los amables socios.

Desde arriba, los vigilantes del Casino nos miraban repartiendo volantes.   Ese día, encontré en La República un reportaje especial sobre la discriminación en Ancón.   Me causó una gran alegría ver que la mayor parte de situaciones que denunciaba ya se habían corregido… Esperemos que pronto el problema se solucione y los residentes de Ancón aprendan a convivir con sus compatriotas. 

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