RP 502: La Liberación de Ancón
-¡No
están las sogas! –comentó un residente, sorprendido, al ingresar a la “zona
restringida” en Playa Hermosa.
Apenas
dos semanas antes habíamos visto que los residentes habían hecho cercar con
cuerdas una parte de la playa. Tenían a
tres vigilantes con polo celeste apostados para que ningún veraneante distraído
ingresara en la “zona restringida” y habían colocado unos avisos de la
Municipalidad de Ancón a manera de tranqueras para impedir el paso. Nosotros mismos vimos cómo los vigilantes
impedían el tránsito a los veraneantes, pese a lo cual osamos sentarnos un
tiempo en esa parte de la playa.
Llegó
enfurecido un residente con polo a rayas, que había visto nuestros volantes a
decirnos lo de siempre, que esa gente era sucia y que debíamos tomarle una foto
a la basura que dejaban (exactamente lo mismo que decían los vigilantes de
Naplo, con la diferencia que a las playas de Ancón, nadie lleva comida). El amable señor regresó a su sombrilla y
continuó bebiendo cerveza, porque él sí podía hacerlo. Es más, una sumisa empleada esperaba las
órdenes de los residentes para llevarles comidas y bebidas.
Las
fotos que tomamos de la “zona restringida” de Playa Hermosa, difundidas por las
redes sociales y la revista Velaverde y nuestras gestiones ante la Defensoría
del Pueblo parece que dieron resultado: las sogas y tranqueras habían sido
retiradas. Los vigilantes estaban
cerca, pero ya no estaban uniformados ni impedían el paso, sino que conversaban
con un vendedor de pelotas. En esa zona
cada sombrilla tenía el nombre de la familia residente, pero ya nadie hacía
caso de la disposición.
Los
cambios en Playa Hermosa fueron muy satisfactorios, pero no los únicos: en el
malecón de Playa Norte, donde hacía una semana todavía se impedía el paso,
ahora era posible ingresar tranquilamente.
Es más, en una de las bancas una pareja de no residentes estaba
conversando. En otra estaban sentados
dos policías y les entregamos los volantes y les contamos lo que veníamos a
hacer a Ancón. Lo mismo habíamos hecho
en la comisaría de Ancón e hicimos después con los policías y serenos que
encontramos.
Sin
embargo, los vigilantes de esa zona siguen allí, aunque sin uniforme.
-Por
aquí no hay salida –dicen a veces a la gente, pero no impiden el paso.
Ahora
bien, los cambios en algunas playas no quieren decir que se haya solucionado
del todo la segregación en Ancón ni la usurpación de las playas por una
minoría.
Hicimos
una prueba al respecto en la playa Los Enanos, sentándonos bajo una sombrilla
de paja. Llegaron tres vigilantes
nerviosos a decirnos que íbamos a tener un problema con el “propietario”. Nosotros le decíamos que la playa no tenía propietario,
ni la sombra tampoco, pero que, si venía esa persona, nos retiraríamos. Los vigilantes insistieron en que nos
teníamos que ir en ese momento.
Decidimos quedarnos.
-Acá
ha venido canal 4, canal 2. Han hecho
reportaje y todo ha seguido igual y seguirá igual –decía el mayor de los
vigilantes.
-Pero
ya no va a ser así –les indicó mi amigo Horacio.
En
ese momento vimos a dos policías y los llamamos. Curiosamente, eran los mismos con los que
habíamos hablado en Playa Norte.
Los
policías bajaron y conversaron con nosotros, mientras los vigilantes se
dispersaron de inmediato. Regresaron
después, cordiales, a decirnos que el problema era más grave en Playa Hermosa:
-Ya
no, señor. Venimos de allí.
-Entonces
vayan al Casino. Allí verán cómo es.
Estuvimos
un rato más y de allí pasamos a la zona del Casino. y allí sucedió algo que no nos había
pasado ni siquiera en Playa Hermosa: cuando nos vieron caminar por la arena,
aparecieron cuatro vigilantes con polo rojo a decirnos:
-Están
incomodando. Esta playa es privada.
Pese
a que les mostramos los volantes, siguieron insistiendo. Solamente quedó decirles que llamaríamos a
la policía como ya habíamos hecho y nos sentamos en la playa un buen rato. Parece ser que el Casino de Ancón considera
que esa parte de la playa es solamente para sus socios.
Al
salir, repartimos los volantes entre las personas que estaban en la zona
cercana al casino y las personas que llegaban recién a la playa,
recomendándoles que, si querían más espacio, aprovecharan la zona libre.
-¿Allí
se puede pasar? -nos preguntaron unos
jóvenes.
-Claro
que sí –les dijimos.
Después
vimos que se habían ubicado a unos metros de la zona del Casino, pero todavía
sin “incomodar” a los amables socios.
Desde
arriba, los vigilantes del Casino nos miraban repartiendo volantes. Ese día, encontré en La República un
reportaje especial sobre la discriminación en Ancón. Me causó una gran alegría ver que la mayor parte
de situaciones que denunciaba ya se habían corregido… Esperemos que pronto el
problema se solucione y los residentes de Ancón aprendan a convivir con sus
compatriotas.
Etiquetas: Ancón, Apancón, Defensoría del Pueblo, playas, Racismo, segregación
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