RP 465: Manual de Quechua para Policías
Allá
por 1995 trabajaba como parte de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Cobán,
una pequeña ciudad guatemalteca. En esa
región, la mayor parte de los habitantes hablan y escriben q’eqchi’ y no
castellano. Inclusive había una
congregación de monjas indígenas, de orientación salesiana, que no sabían castellano. Intenté aprender algunas palabras de
q’eqchi’, pero el principal impulso lo recibí cuando regresé a Lima para
Navidad.
-Si
no aprendes, ¿cómo te vas a comunicar con ellos? –me preguntó mi hermana, que
había perfeccionado su quechua después de un año de trabajar como médica en la
localidad huanuqueña de Llata.
Nuevamente
en Cobán, ubiqué a un profesor de q’eqchi’ y cuando alcancé un manejo adecuado
del idioma, me dediqué a usarlo en la promoción de los derechos humanos: con la
ayuda de varios traductores, preparamos un manual de derechos humanos y una
versión popular de la Constitución guatemalteca. Organicé un concurso de ensayos en q’eqchi’
sobre la problemática indígena y finalmente logré que se publicara un diccionario
de términos vinculados a los derechos humanos
y un glosario de términos penales, dirigidos a abogados, jueces y
traductores. En el colmo de la osadía
lingüística, terminé dando clases de q’eqchi’ a guatemaltecos que no conocían
el idioma.
Cuando
regresé al Perú, quise hacer lo mismo en cuanto al quechua, pero encontré un panorama muy diferente. Aún en las ciudades andinas era difícil
encontrar una persona menor de treinta años, con estudios universitarios, que
hablara quechua (o que quisiera hablarlo).
“Mis padres no me dejaron aprender quechua”, me decían muchas
personas. Otras repetían que el quechua
estaba en vías de desaparición. Casi no
había ningún texto escrito en quechua e inclusive algunos lingüistas sostenían
que era mejor que no hubieran, porque se trataba de una lengua oral.
En
los últimos años, la situación ha venido cambiando. Una serie de municipalidades y gobiernos
regionales exigen el quechua para sus nuevos empleados. Cada vez hay más cursos de quechua en Lima y
otras ciudades. He encontrado varias
obras literarias publicadas por la Universidad Villarreal y por Ediciones
Altazor. En Apurímac, hace algunos años, el Gobierno
Regional lanzó el programa Quechua para Todos, destinado a fomentar el uso del
quechua en la región.
Respecto
a este último proceso, hace tres años, comenzamos una investigación con otros
profesores de la PUCP: Virginia Zavala,
Gavina Córdova y Luis Mujica. En
mi caso, debía ocuparme sobre el uso del quechua en la administración de
justicia y pronto me di cuenta que, después de la Justicia de Paz, la
institución más cercana a los quechuahablantes era la Policía Nacional”. “El policía está cerca de todos los sectores
sociales”, me dijo una mujer policía de Chincheros. “Cuando no les entiendo, llamo a un
policía”, me comentaba un fiscal.
“Vienen
angustiados a la comisaría, buscando una orientación, aún en temas que no son policiales”,
recordaba un policía. Una colega suya
corroboraba: “Los engañan, les amenazan que les van a quitar todo, pero
nosotros les orientamos y te agradecen mucho”.
Algunos
oficiales sostenían que, desde hace algunos años, con la apertura de nuevas Escuelas
para Suboficiales en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, el número de policías
que hablan y comprenden el quechua se ha incrementado mucho. Sin embargo, no se evalúa el manejo de
quechua por los policías antes de enviarlos a las zonas rurales y tampoco se
dan clases de quechua en las mencionadas escuelas.
Por
eso, existe un sector de policías que desconoce el quechua. “No tuve ocasión de aprender” dice un joven
policía de Andahuaylas. Otros no logran
expresarse con fluidez. Aún quienes dicen
que saben, pueden tener serias dificultades para enfrentar una situación
difícil. “Cuando lloran no se les
entiende”, me comentó hace unos días un policía en el Ministerio del
Interior. Esta frase grafica la
desesperación con que acuden a las comisarías tantas personas, especialmente
mujeres. “Se les viene el mundo encima”
comentó otra policía.
Este
panorama nos decidió a elaborar un manual de quechua para las comisarías, en el
que aparecen diálogos sobre situaciones cotidianas, como una denuncia por
violencia familiar, un niño extraviado o un accidente. Las expresiones en quechua fueron
redactadas por Gavina Córdova, una de las personas con mayor capacidad para
reflexionar sobre los contenidos lingüísticos.
El libro acaba de salir de imprenta y, mientras escribo estas líneas, me
encuentro en Apurímac con mis colegas para hacer la distribución. Espero que más ejemplares puedan llegar
pronto a los policías de Cusco, Ayacucho, Huánuco y otros lugares.
Ojalá
que este primer esfuerzo motive a otras instituciones, como el Banco de la
Nación o el Ministerio de Salud para hacer lo mismo y así la barrera
lingüística que separa a millones de peruanos del Estado por fin se vaya
rompiendo. No saben la alegría que me
causa estar contribuyendo a este proceso.
Etiquetas: Abancay, acceso a la justicia, Andahuaylas, Apurímac, Gavina Córdova, pobreza, Policía Nacional, Policías, PUCP, quechua, traducción, violencia familiar
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