sábado, julio 13, 2013

RP 465: Manual de Quechua para Policías

Allá por 1995 trabajaba como parte de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Cobán, una pequeña ciudad guatemalteca.   En esa región, la mayor parte de los habitantes hablan y escriben q’eqchi’ y no castellano.   Inclusive había una congregación de monjas indígenas, de orientación salesiana, que no sabían castellano.    Intenté aprender algunas palabras de q’eqchi’, pero el principal impulso lo recibí cuando regresé a Lima para Navidad.
-Si no aprendes, ¿cómo te vas a comunicar con ellos? –me preguntó mi hermana, que había perfeccionado su quechua después de un año de trabajar como médica en la localidad huanuqueña de Llata.
Nuevamente en Cobán, ubiqué a un profesor de q’eqchi’ y cuando alcancé un manejo adecuado del idioma, me dediqué a usarlo en la promoción de los derechos humanos: con la ayuda de varios traductores, preparamos un manual de derechos humanos y una versión popular de la Constitución guatemalteca.  Organicé un concurso de ensayos en q’eqchi’ sobre la problemática indígena y finalmente logré que se publicara un diccionario de términos vinculados a los derechos humanos  y un glosario de términos penales, dirigidos a abogados, jueces y traductores.  En el colmo de la osadía lingüística, terminé dando clases de q’eqchi’ a guatemaltecos que no conocían el idioma.
Cuando regresé al Perú, quise hacer lo mismo en cuanto al quechua, pero encontré  un panorama muy diferente.  Aún en las ciudades andinas era difícil encontrar una persona menor de treinta años, con estudios universitarios, que hablara quechua (o que quisiera hablarlo).  “Mis padres no me dejaron aprender quechua”, me decían muchas personas.  Otras repetían que el quechua estaba en vías de desaparición.   Casi no había ningún texto escrito en quechua e inclusive algunos lingüistas sostenían que era mejor que no hubieran, porque se trataba de una lengua oral.   
En los últimos años, la situación ha venido cambiando.   Una serie de municipalidades y gobiernos regionales exigen el quechua para sus nuevos empleados.  Cada vez hay más cursos de quechua en Lima y otras ciudades.  He encontrado varias obras literarias publicadas por la Universidad Villarreal y por Ediciones Altazor.   En Apurímac, hace algunos años, el Gobierno Regional lanzó el programa Quechua para Todos, destinado a fomentar el uso del quechua en la región. 
Respecto a este último proceso, hace tres años, comenzamos una investigación con otros profesores de la PUCP: Virginia Zavala,  Gavina Córdova y Luis Mujica.   En mi caso, debía ocuparme sobre el uso del quechua en la administración de justicia y pronto me di cuenta que, después de la Justicia de Paz, la institución más cercana a los quechuahablantes era la Policía Nacional”.  “El policía está cerca de todos los sectores sociales”, me dijo una mujer policía de Chincheros.   “Cuando no les entiendo, llamo a un policía”, me comentaba un fiscal. 
“Vienen angustiados a la comisaría, buscando una orientación, aún en temas que no son policiales”, recordaba un policía.   Una colega suya corroboraba: “Los engañan, les amenazan que les van a quitar todo, pero nosotros les orientamos y te agradecen mucho”.
Algunos oficiales sostenían que, desde hace algunos años, con la apertura de nuevas Escuelas para Suboficiales en Ayacucho, Huancavelica y Apurímac, el número de policías que hablan y comprenden el quechua se ha incrementado mucho.   Sin embargo, no se evalúa el manejo de quechua por los policías antes de enviarlos a las zonas rurales y tampoco se dan clases de quechua en las mencionadas escuelas.
Por eso, existe un sector de policías que desconoce el quechua.    “No tuve ocasión de aprender” dice un joven policía de Andahuaylas.   Otros no logran expresarse con fluidez.   Aún quienes dicen que saben, pueden tener serias dificultades para enfrentar una situación difícil.  “Cuando lloran no se les entiende”, me comentó hace unos días un policía en el Ministerio del Interior.   Esta frase grafica la desesperación con que acuden a las comisarías tantas personas, especialmente mujeres.  “Se les viene el mundo encima” comentó otra policía.
Este panorama nos decidió a elaborar un manual de quechua para las comisarías, en el que aparecen diálogos sobre situaciones cotidianas, como una denuncia por violencia familiar, un niño extraviado o un accidente.    Las expresiones en quechua fueron redactadas por Gavina Córdova, una de las personas con mayor capacidad para reflexionar sobre los contenidos lingüísticos.   El libro acaba de salir de imprenta y, mientras escribo estas líneas, me encuentro en Apurímac con mis colegas para hacer la distribución.  Espero que más ejemplares puedan llegar pronto a los policías de Cusco, Ayacucho, Huánuco y otros lugares. 

Ojalá que este primer esfuerzo motive a otras instituciones, como el Banco de la Nación o el Ministerio de Salud para hacer lo mismo y así la barrera lingüística que separa a millones de peruanos del Estado por fin se vaya rompiendo.   No saben la alegría que me causa estar contribuyendo a este proceso. 

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