lunes, mayo 27, 2013

RP 460: Si es blanco, seguro es racista


Desde hace varios años, la Universidad del Pacífico viene estudiando la problemática de la discriminación y el racismo en nuestro país, graficando cómo coexisten con el crecimiento económico.    Varios integrantes del Centro de Investigaciones de dicha universidad han analizado los prejuicios étnicos, clasistas y de género que existen entre los empresarios de clase alta.  Se ha demostrado también que las personas de apellidos andinos tienen menos posibilidades de acceder al empleo que quienes tienen apellidos europeos.    
Las publicaciones de la Universidad del Pacífico exploran temas tan sensibles como la discriminación en los servicios de salud hacia las mujeres indígenas, las carencias en la educación que se brinda a los niños de las zonas rurales y los problemas que tienen muchos peruanos para autocalificarse.   Se ha analizado inclusive la complejidad del racismo peruano, mostrando que la misma persona puede ser blanca en un contexto y chola en otro.   Ninguna otra entidad académica en el país ha tenido una preocupación tan constante, con tanto rigor académico. 
-Sabemos que el racismo existe, pero lo importante es pasar de las impresiones subjetivas a graficar y cuantificar de qué manera está presente y cuáles son sus consecuencias –me ha dicho varias veces Cynthia Sanborn, la directora del Centro de Investigaciones.   
Por todo ello, me sorprendió mucho cuando la joven Yaqui Quispe, señaló hace unas semanas  que había sido víctima de racismo en esa misma universidad. 
Sé perfectamente que en muchas entidades nacionales o internacionales que oficialmente rechazan la discriminación en el Perú, algunos de sus integrantes han incurrido en frases, comentarios o actitudes racistas, pero en este caso, la señorita Quispe sostenía que, si no había ingresado a la Universidad del Pacífico con la Beca 18, no había sido por desaprobar el examen de admisión… sino porque toda la Universidad era una institución racista. 
Lo más grave es que muchas personas, sin mayor fundamento, comentaban que dicha Universidad mantiene una política intencional de excluir a quienes son de la sierra, tienen rasgos andinos o se apellidan Quispe.
El hecho que tantas personas se pusieran a difundir este tipo de acusaciones, para mí fue simplemente la expresión de prejuicios raciales: “como en esa universidad estudian y enseñan muchos blancos, seguramente son racistas”.   
En el Perú, los prejuicios hacia los blancos son ambivalentes: se les percibe como guapos, adinerados, mejor preparados, pero también se cree que son crueles, arrogantes  y racistas.   Como ocurre con los demás prejuicios raciales, quien los tiene cree que no es racista, sino que simplemente está describiendo una realidad. 
Estos sucesos me han hecho recordar el linchamiento mediático que el año pasado sufrió Celine Aguirre, después que su hijo tuvo un altercado con una mujer en un cine de Chorrillos: sin prueba alguna, la actriz fue acusada de transmitir ideas racistas a su hijo.   Un linchamiento similar enfrentó este año Claudia Dammert, una persona que dejó sus comodidades limeñas para trabajar en la sierra de Ancash en promoción cultural, en tiempos del terrorismo.   Sin embargo, una expresión en un programa de televisión sirvió para descalificarla como racista.   Días después le ocurrió lo mismo a Susana Villarán, como parte de la campaña por la revocatoria.
El racismo hacia los blancos se puede manifestar cuando la víctima puede parecer más vulnerable, por ejemplo, el único niño blanco en un salón de clases.   En ocasiones, además, se une al antilimeñismo  “Los profesores me trataron intencionalmente mal, me humillaban”, cuenta una socióloga a su regreso de Puno.   El ser blanca, y además limeña, la había descalificado por completo ante sus interlocutores. 
El racismo hacia los blancos puede ser cruel e implacable porque está revestido como una forma de justicia o de castigo.   No importa que la víctima no haya cometido ninguna acción racista.   “Aunque sea una vez les arda a los blanquiñosos lo que millones de discriminaciones diarias sufren los cobrizos de este choleado país” escribió una persona hace unos días en La República, comentando la burla que Carlos Cacho hizo sobre la forma de bailar de una concursante. 
Esta conducta pretendidamente antirracista, es simplemente otra forma de racismo y el racista está tan ofuscado que puede maltratar a niños, como le ocurrió a cuatro alumnos del Colegio Newton (http://www.lainsignia.org/2006/octubre/ibe_041.htm) o al hijo de Celine Aguirre, que inclusive fue golpeado por Miriam Gómez.    Como sucede con otros “justicieros”, ella fue presentada como heroína y víctima.   Hace algunas semanas, le sucedió lo mismo a las dos mujeres que tuvieron un altercado con el Embajador del Ecuador en un supermercado Vivanda.   En todas estas situaciones, la acusación de racismo se emplea para descalificar a un adversario y para justificar la violencia contra él.  

Así como es dañino negar la existencia del racismo, también lo es negar que el racismo contra los blancos está muy presente… y que puede estar en el interior de muchos de nosotros.  

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