miércoles, junio 19, 2013

RP 463: Mirándose al espejo

El cabello de las mujeres negras… el tema del conversatorio, realizado hace dos semanas, en el marco del Mes de la Cultura Afroperuana, podía parecer secundario o anecdótico desde la concepción que algunas personas tienen sobre la cultura.  Sin embargo, la discusión realizada en la PUCP terminó involucrando a todos los asistentes, porque nos hacía pensar en cómo el entorno social genera que percibamos a nuestro propio cuerpo. 
Un video elaborado por Sharún Gonzales, alumna de Comunicaciones, y una ponencia de Claudia Reyes, estudiante de Antropología, mostraban la manera en que las mujeres negras enfrentan tener un cabello diferente al de “las demás”.
“En el colegio yo también quería tener cerquillo y no podía” recordaba una de las entrevistadas.   “Me frustraba que mi cabello no se pudiera mover en el comercial de Pantene”, añadía otra.
Son temas que quizás por ser muy íntimos y delicados, no se discuten normalmente al abordar la problemática sobre el racismo, pero en realidad, si una persona es discriminada por sus rasgos físicos, es comprensible que intente hacerlos menos evidentes, para ser más aceptada o para lograr ascenso social: “Me lacié el cabello”, dice una mujer entrevistada, “porque soy la imagen de la empresa y tengo que lucir profesional”. 
Recordé que en otro evento, uno de los pocos actores negros peruanos comentaba:
-Uno es más aceptado cuando escapa del estereotipo del negro, por ejemplo, si su color es más claro o la nariz es más pequeña -, haciéndome pensar en la expresión “negro fino”, que tiene una valoración positiva.
Resulta interesante que, pese al racismo existente, los negros son considerados más guapos que los andinos.   “Las mujeres andinas son consideradas asexuales, no atractivas”, comentó Rocío Muñoz, la representante del Viceministerio de Interculturalidad. 
-Por eso en la sierra tantas mujeres de clase media se cortan el cabello, nada de trenzas, de preferencia se lo ondulan (se hacen la permanente) y se lo tiñen –replicó otra participante, proveniente del centro del país.
A esto hay que añadir, evidentemente, la necesidad que experimentan de dejar la vestimenta tradicional y, entre las más jóvenes, la preocupación por parecer mucho más delgadas que sus madres o abuelas.    
Un cambio mucho más radical de apariencia es la presión que sufren muchos hombres y mujeres para operarse la nariz aguileña.
“Le cambiamos la vida a estos chicos”, me decía un médico que se dedica a estas intervenciones quirúrgicas, explicando que muchas veces se operan antes de postular a determinados trabajos. 
No se trata de casos individuales:  la presión social, impulsada por los medios de comunicación, se centra en la población de rasgos considerados poco atractivos, mientras los blancos no quieren parecer andinos o negros. 
A mí me pareció muy interesante que, siendo muy pocas,  las integrantes de la asociación AFROPUCP hubieran sido capaces de generar una discusión con tanta convocatoria… mientras en la PUCP, como en cualquier otra universidad limeña de la actualidad, más del 50% de los estudiantes tienen rasgos andinos, pero prefieren no hablar sobre sus rasgos. 
Debajo de ese silencio subyace muchas veces la convicción de que es un problema encontrarse lejos del estereotipo de belleza oficial.     “Solamente cuando estuve en Europa pude darme cuenta que yo también era guapo”, me dice un historiador.   Una abogada tuvo una experiencia similar:  “Pese a lo que me decían en Francia, me resistía a creerme guapa.  Es que en el Perú a una no le enseñan a sentirse hermosamente chola, por el contrario, la programan para desear ser lo más distinta posible a como una es… (¡a lo Barbie!).  Desde mi experiencia, la mejor forma de aprender la lección fue dejar que los no cholos me descubrieran ante la verdadera belleza de mi piel cobriza, nariz aguileña y ojos negrotes.  Entonces, cuán poderosos podemos llegar a ser, afirmados en lo que realmente somos, y cuánto podemos transmitir de esa actitud a los cholos y cholas con quienes compartimos el día a día... Yo creo que ya nos hace falta el "Día del Orgullo Cholo".
Lo más interesante del conversatorio fue romper con la idea que la cultura está solamente vinculada a bailes o música, y asociarla a vivencias más íntimas y personales.    Recordé cuántas veces, paseando los domingos por el centro de Lima, he visto a los residentes de Puno o Cusco desfilar o bailar con orgullo sus vistosos trajes.   Me pregunto, ¿qué sucedería si este orgullo se trasladase al propio cuerpo o las facciones?  ¿O será que el énfasis en la vistosidad del traje hace que la persona pase a segundo plano?  

Muchas veces he dicho que la principal lucha contra el racismo implica luchar contra los propios prejuicios, aprender a quererse y aceptarse.   A veces el peor racista puede ser uno mismo, cuando termina interiorizando que vale menos por sus rasgos.   Cabría preguntarse entonces qué ve cada peruano cuando se mira al espejo.     

Etiquetas: , , , , , , , , , , ,