Reflexiones Peruanas Nº 228: Vecinos y Rivales
-Discúlpela, es arequipeña –comenta una chica de Puno, cuando una compañera se equivoca al contestar una pregunta.
He participado en centenares de actividades educativas con personas de todo el país y nunca he escuchado a los chiclayanos hablar mal de los piuranos o a éstos mofarse de los cajamarquinos. Sin embargo, aún en eventos sobre derechos humanos, numerosos participantes del sur del país se hacen bromas agresivas entre sí o se perciben con recelo unos a otros.
La animadversión puede llegar a extremos bastante más serios que unas bromas. Durante las protestas de este año, muchos habitantes de Moquegua generaron adrede un grave desabastecimiento a Tacna, bloqueando la Carretera Panamericana y, meses después, un grupo de tacneños atentó contra el canal que proporciona agua a Moquegua.
La lista de conflictos y rivalidades en el sur es inacabable: los habitantes de Abancay rechazan tanto a los andahuaylinos, sino a los cusqueños, percibidos como arrogantes. Los cusqueños mantienen una fuerte rivalidad con los arequipeños, mientras que los puneños sufren rechazo en Arequipa y Tacna, donde han migrado en los últimas décadas. Andrés Bedoya, columnista arequipeño de Correo, se jacta de señalar que los puneños no son seres humanos, sino indios.
En algunos casos, el rechazo al otro parece haberse convertido en una expresión de identidad, e inclusive es defendido como un “elemento cultural”. En Chumbivilcas, todos los años, algunas comunidades campesinas libran verdaderas batallas campales, que dejan numerosos heridos, como si fuera una prueba de valor. En Huamanga, este año, una publicación auspiciada por la sede del INC, incluyó una serie de “huantinadas” es decir comentarios procaces de los huamanguinos hacia los huantinos.
Las consecuencias de estas rivalidades afectan la vida personal, por cuanto muchas familias no aceptan fácilmente que un integrante suyo se vincule a alguien proveniente de la ciudad o la región “rechazadas”.
En el ámbito laboral, existe mucha insistencia para que no se contrate a personas “foráneas”, pese a que estén bien calificadas. Esta exigencia no se basa en que sea necesario manejar el idioma local o estar familiarizado con la cultura o la geografía, sino a que se considera que los cargos públicos deben ser para los lugareños. Los adversarios del asesinado alcalde de Ilave, Fernando Robles, le acusaban de contratar “personal de fuera” (muchos de Juliaca o Puno) dejando de lado a los profesionales ilaveños.
Algunos de estos problemas se deben a que los departamentos andinos fueron creados de manera artificial, sin una verdadera identidad común. La construcción de carreteras en el siglo XX contribuyó a la fragmentación, pues fueron diseñadas para unir las diferentes provincias con la costa, pero no entre sí. Un vecino de Coracora o Puquio difícilmente conoce Huamanga y un habitante de Cotabambas debería viajar varios días para llegar a Abancay.
De otro lado, varias capitales departamentales tradicionalmente han sido sede de una élite que percibía con desdén a las demás provincias. Un ejemplo es que el Gobierno Regional del Cusco ha declarado el quechua como idioma oficial, que debe ser hablado por todos los funcionarios públicos, sin considerar cómo esta decisión afecta a los indígenas amazónicos que viven en la provincia de La Convención.
Hablando del quechua, pese a que es hablado por la mayoría de personas del Sur Andino, no es posible proponer un quechua estandarizado, como existe en Ecuador y en Bolivia, en buena medida porque en cada región sostiene que allí se habla el verdadero quechua y en el resto de lugares “se habla mal”. Estas actitudes sólo terminan perjudicando a los propios quechuahablantes.
Dirigentes políticos sin escrúpulos y, especialmente, periodistas/agitadores manipulan las frustraciones de la población. En los episodios de violencia de este año (secuestro de policías, incendio de locales públicos, apedreo de hospitales), numerosas emisoras radiales han jugado un rol deplorable. Como en la “percepción del bien limitado”, se suele pensar que los beneficios que obtenga la región o la provincia rival serán en desmedro del propio bienestar. En los conflictos más recientes, difícilmente los tacneños o los moqueguanos podrían señalar en qué medida iban a ser menos pobres si no se escuchaban sus reclamos.
Todo este panorama termina generando un fuerte desgaste y bloquea la posibilidad de tener un planteamiento común. “Hemos retrocedido veinte años con este último conflicto” me dice apenado un ingeniero moqueguano.
Las identidades locales o regionales sólo son negativas cuando se expresan como una especie de “xenofobia interna”. El problema es que, a más recursos llegan a gobiernos locales y regionales, debido a la regionalización o el canon minero, más probables serán estos conflictos y es más urgente prevenirlos. A las autoridades y dirigentes les correspondería actuar con madurez a este respecto, pero algunos encuentran más fácil atizar prejuicios y rivalidades. Pierde el Sur, pierde el Perú.
He participado en centenares de actividades educativas con personas de todo el país y nunca he escuchado a los chiclayanos hablar mal de los piuranos o a éstos mofarse de los cajamarquinos. Sin embargo, aún en eventos sobre derechos humanos, numerosos participantes del sur del país se hacen bromas agresivas entre sí o se perciben con recelo unos a otros.
La animadversión puede llegar a extremos bastante más serios que unas bromas. Durante las protestas de este año, muchos habitantes de Moquegua generaron adrede un grave desabastecimiento a Tacna, bloqueando la Carretera Panamericana y, meses después, un grupo de tacneños atentó contra el canal que proporciona agua a Moquegua.
La lista de conflictos y rivalidades en el sur es inacabable: los habitantes de Abancay rechazan tanto a los andahuaylinos, sino a los cusqueños, percibidos como arrogantes. Los cusqueños mantienen una fuerte rivalidad con los arequipeños, mientras que los puneños sufren rechazo en Arequipa y Tacna, donde han migrado en los últimas décadas. Andrés Bedoya, columnista arequipeño de Correo, se jacta de señalar que los puneños no son seres humanos, sino indios.
En algunos casos, el rechazo al otro parece haberse convertido en una expresión de identidad, e inclusive es defendido como un “elemento cultural”. En Chumbivilcas, todos los años, algunas comunidades campesinas libran verdaderas batallas campales, que dejan numerosos heridos, como si fuera una prueba de valor. En Huamanga, este año, una publicación auspiciada por la sede del INC, incluyó una serie de “huantinadas” es decir comentarios procaces de los huamanguinos hacia los huantinos.
Las consecuencias de estas rivalidades afectan la vida personal, por cuanto muchas familias no aceptan fácilmente que un integrante suyo se vincule a alguien proveniente de la ciudad o la región “rechazadas”.
En el ámbito laboral, existe mucha insistencia para que no se contrate a personas “foráneas”, pese a que estén bien calificadas. Esta exigencia no se basa en que sea necesario manejar el idioma local o estar familiarizado con la cultura o la geografía, sino a que se considera que los cargos públicos deben ser para los lugareños. Los adversarios del asesinado alcalde de Ilave, Fernando Robles, le acusaban de contratar “personal de fuera” (muchos de Juliaca o Puno) dejando de lado a los profesionales ilaveños.
Algunos de estos problemas se deben a que los departamentos andinos fueron creados de manera artificial, sin una verdadera identidad común. La construcción de carreteras en el siglo XX contribuyó a la fragmentación, pues fueron diseñadas para unir las diferentes provincias con la costa, pero no entre sí. Un vecino de Coracora o Puquio difícilmente conoce Huamanga y un habitante de Cotabambas debería viajar varios días para llegar a Abancay.
De otro lado, varias capitales departamentales tradicionalmente han sido sede de una élite que percibía con desdén a las demás provincias. Un ejemplo es que el Gobierno Regional del Cusco ha declarado el quechua como idioma oficial, que debe ser hablado por todos los funcionarios públicos, sin considerar cómo esta decisión afecta a los indígenas amazónicos que viven en la provincia de La Convención.
Hablando del quechua, pese a que es hablado por la mayoría de personas del Sur Andino, no es posible proponer un quechua estandarizado, como existe en Ecuador y en Bolivia, en buena medida porque en cada región sostiene que allí se habla el verdadero quechua y en el resto de lugares “se habla mal”. Estas actitudes sólo terminan perjudicando a los propios quechuahablantes.
Dirigentes políticos sin escrúpulos y, especialmente, periodistas/agitadores manipulan las frustraciones de la población. En los episodios de violencia de este año (secuestro de policías, incendio de locales públicos, apedreo de hospitales), numerosas emisoras radiales han jugado un rol deplorable. Como en la “percepción del bien limitado”, se suele pensar que los beneficios que obtenga la región o la provincia rival serán en desmedro del propio bienestar. En los conflictos más recientes, difícilmente los tacneños o los moqueguanos podrían señalar en qué medida iban a ser menos pobres si no se escuchaban sus reclamos.
Todo este panorama termina generando un fuerte desgaste y bloquea la posibilidad de tener un planteamiento común. “Hemos retrocedido veinte años con este último conflicto” me dice apenado un ingeniero moqueguano.
Las identidades locales o regionales sólo son negativas cuando se expresan como una especie de “xenofobia interna”. El problema es que, a más recursos llegan a gobiernos locales y regionales, debido a la regionalización o el canon minero, más probables serán estos conflictos y es más urgente prevenirlos. A las autoridades y dirigentes les correspondería actuar con madurez a este respecto, pero algunos encuentran más fácil atizar prejuicios y rivalidades. Pierde el Sur, pierde el Perú.
Etiquetas: Apurímac, Ayacucho, confianza Perú pobreza racismo, conflictos sociales, Moquegua, Puno, quechua, Tacna
2 Comments:
Shillicos y Chotanos no se llevan bien, los de chachapoyas desconfian de los anteriores, y llaman en broma y a veces despectivamente, guyachos a los de Rodriguez de Mendoza, los de Piura llaman monos a los de Tumbes, y un largo etc. La rivalidad entre pueblos regiones, existe en todo el Peru, pero como bien dices es mayormente en el Sur que se esta viendo que se tornan violentas. Su articulo confunde pues lejos de explorar las posibles causas politicas o economicas de tales enfrentamientos hace parecer que fuera algo innato o cultural. Sin quererlo Ud esta reforzando un estereotipo de considerar a los del Sur Andino como salvajes, primitivos, violentos, epitetos que la prensa nacional y sus intereses no se cansan de repetir.
Esperaba un mejor analisis de Ud.
No quise decir que fuera innato, pero sí, lamentablemente, creo que en algunos lugares el rechazo al otro se ha convertido en cultural y es defendido así, además de ser alentado por emisoras radiales y autoridades inescrupulosas. Los pequeños conflictos entre los habitantes de Celendín y Chota o entre los habitantes de otras regiones no se comparan con lo que en los últimos meses ha ocurrido entre Tacna y Moquegua, que no es precisamente el Sur Andino.
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