RP 468: El Cocinero Clandestino
El
año pasado, los medios de comunicación informaron que en un trágico accidente
de carretera habían muerto tres cocineros: los peruanos Iván Kisic y Lorena Valdivia
y el australiano Jason Nanka, omitiendo totalmente la muerte de la señora María
Huamaní. Algunos periódicos dijeron
sólo que había fallecido “una campesina”.
Solo después de varios días, se supo que María Huamaní era también una
experta cocinera, propietaria del restaurante Karabotas y además cantante de
música ayacuchana, pero su origen, sus rasgos y su apellido no la hacían
parecer “representante de la comida peruana”.
Difícilmente
encontraremos a alguien negro o andino entre los exitosos chefs reconocidos en
el Perú. De hecho, el boom gastronómico
peruano coincidió con el retiro del único cocinero afroperuano de la
televisión, Don Pedrito, quien además debió cerrar su restaurante en Lima. Paradójicamente, recuerdo un episodio de
Veinte Lucas en que Mauricio Fernandini recorría un mercado acompañado de un
exitoso chef… y los vendedores pensaban que eran dos extranjeros.
¿Por
qué la abrumadora mayoría de los chefs exitosos en el Perú podrían parecer más
extranjeros que peruanos? ¿Por qué a
nadie parece molestarle esta situación?
¿Por qué los miles de estudiantes de Escuelas de Cocina, que se
apellidan Huamaní, Huamán, Quispe o Condori no tienen las posibilidades de
éxito de quien tiene apellido croata, italiano o alemán?
Pareciera
que en nuestro país una minoría étnica se ha apropiado del prestigio de la
gastronomía, como ocurre con otros íconos: así, con la cerveza Cusqueña, que
alude a elementos incaicos, pero que en su publicidad solo es disfrutada por
personas blancas. Un ejemplo es la
racista campaña Exitosos de Verdad,
elaborada por la agencia McCann Erickson donde todos los “exitosos” son hombres,
blancos y jóvenes… como los exitosos chefs peruanos. https://www.facebook.com/media/set/?set=a.539412419456681.1073741833.400417136689544&type=3
En
el Perú, los rasgos étnicos europeos siguen siendo fundamentales para muchas
actividades laborales, desde modelo de publicidad hasta presentador de
televisión (en el canal Plus TV es una verdadera exigencia). En general, las personas blancas son buscadas
especialmente para las actividades donde es necesaria mayor visibilidad. Las personas de rasgos andinos, pueden tener
más éxito en labores más discretas, como contabilidad e informática. Yo me suelo preguntar si cuando se plantean
una carrera, los jóvenes son conscientes de que, por ejemplo, puede ser muy importante
para un arquitecto ser blanco (y mucho más para una arquitecta).
Con
todas estas preguntas en la cabeza, preparé mi segunda novela El Cocinero Clandestino, cuyo
protagonista, Wilson, es un joven cusqueño que regresa de estudiar Alta Cocina en
Barcelona y está ansioso de triunfar como chef. Sin embargo, ante la falta de oportunidades,
termina obligado a usar como pantalla a Alessandro, un individuo inútil para la
cocina, pero alto, blanco y de apellido italiano.
Conversando
sobre el argumento, he comprobado que en el Perú, lograr éxito, dinero y
reconocimiento público en base al esfuerzo ajeno puede ser penosamente común. “Como yo no era conocido, mis obras las firmaba
uno de mis profesores”, dice un pintor, “Claro que me pagaba, pero finalmente él
recibía mucho más y a mí nadie me conocía”.
Varios amigos míos, asesores en
entidades estatales, me han confesado
que terminan redactando los trabajos de sus jefas (han sido mujeres en los
casos que conozco) para maestrías y doctorados. Conocí inclusive una antigua ONG,
donde una joven practicante escribía los artículos que eran publicados con el
nombre de sus jefes (hombres y mujeres).
Sin embargo, es mucho peor que una persona se vea condenada a permanecer
siempre en la sombra por sus rasgos físicos o su origen. Lo he visto especialmente en la televisión,
cuando tantas veces los camarógrafos bajos y andinos están más al tanto de
cualquier tema que los entrevistadores jóvenes y blancos.
Desde
el punto de vista literario, en El
Cocinero Clandestino no encontrarán los flashbacks de El Nuevo Mundo de Almudena, sino que he seguido la técnica que
aplica uno de mis escritores preferidos, el egipcio Naguib Mahfouz en su novela
Miramar, donde los mismos hechos son referidos
desde la perspectiva de cada uno de los personajes. Así, el lector se entera de cómo piensan
Wilson, Alessandro y los demás involucrados.
Debo
precisar que la mayor parte de situaciones de racismo que enfrenta Wilson yo
mismo las he vivido o presenciado (el incidente en el Starbucks, por ejemplo me
ocurrió a mí). Lo aclaro porque a
algunas personas quizás les sea difícil creer que determinadas cosas sucedan…
pero así es nuestra sociedad.
Reconozco
finalmente que mi intención con El
Cocinero Clandestino no es sólo que ustedes se emocionen y se involucren
con la trama, sino que, indignados o conmovidos, puedan ayudar a que casos como
el de Wilson no sigan ocurriendo: que nadie talentoso en el Perú tenga que
ocultarse por su color de piel detrás de un rostro más blanco. Espero que les guste.
Etiquetas: boom gastronómico, cocina peruana, Cusco, Ediciones Altazor, El Cocinero Clandestino, pobreza, Racismo, Wilfredo Ardito
2 Comments:
Hola Wilfredo, mudaste tu blog a lamula.pe? Veo que aquí no hay posts desde Julio. Yo me fui del país en 2007 y veo que las cosas no han cambiado mucho,la gente sigue negando el racismo. Te felicito mucho por tu labor.
Te mando un saludo y un abrazo muy grande desde Buenos Aires.
Carolina
A veces publico en La Mula y otras por acá.
Pese a todo, creo que si hay cambios positivos, porque se viene enfrentando cada vez más el tema del racismo.
Muchos saludos,
Wilfredo Ardito
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