RP 467: La Revolución y el Corazón
La
semana pasada me pareció que regresaba a los tiempos de esplendor de la
Filmoteca del Museo de Arte, cuando vi la larga cola para el documental Desde el lado del Corazón, de Francisco
Adrianzén, basado en los testimonios de dirigentes izquierdistas sobre cómo
vivieron los gobiernos militares de Velasco y Morales Bermúdez.
El
documental consigue mantener en todo momento la atención de los espectadores, sean
éstos contemporáneos de los protagonistas, sean mas bien quienes, como yo,
asociamos a Velasco a nuestros recuerdos infantiles, o los más jóvenes, para quienes
Velasco es tan remoto como para mí Guillermo Billinghurst.
La
clave de este interés es que Adrianzén logra que los entrevistados compartan su
mística y sus ilusiones, por momentos
conmovedoras. Escuchar los recuerdos de
Javier Diez Canseco y Carlos Iván Degregori resulta especialmente emotivo.
Los
protagonistas refieren una y otra vez la certeza que entonces tenían de que lograrían
implantar el socialismo en el Perú. Las
experiencias de la Unión Soviética, China y Cuba eran precursoras de lo que
ocurriría irreversiblemente aquí y esa seguridad llevaba a muchas personas a
sacrificar comodidades absurdas y secundarias “en vísperas de la
revolución”. La vida ascética era la
regla: “Recién tomé mi primer vaso de
cerveza cuando tenía 37 años” recuerda Rolando Breña.
Dejar
el hogar para convivir con los más pobres era muy común, muchas veces mudándose
a la ciudad donde disponía el respectivo partido político. Javier Diez Canseco revela que vivía en La
Oroya en una habitación sin luz, agua o desagüe, con otros tres compañeros con
los que hacía trabajo político con los mineros.
“Muchos
dejamos la Universidad porque parecía algo superfluo”, me confesó hace unos
días un economista sanmarquino. En ese
contexto, el terremoto de 1970 desencadenó que muchos jóvenes dejaran todo
(familia, enamorada, universidad) para viajar a ayudar a los compatriotas
afectados. “Muchos ya no volvieron”,
recuerda un amigo filósofo.
Lo
curioso era que los entrevistados confiesan en el documental que veían a
Velasco como otro gobierno imperialista y fascista, similar a las típicas dictaduras
de derecha de América Latina. “Ni
siquiera la Reforma Agraria me convenció”, recuerda Héctor Béjar. Otro entrevistado declara: “Ahora me doy cuenta que era el proyecto de
cambio social más articulado que ha habido en el Perú”.
Algunos
izquierdistas terminaron sumándose al régimen de Velasco, trabajando en SINAMOS
o el Ministerio de Educación, pero sus esperanzas se quiebran con el golpe de
Morales Bermúdez.
Más
de treinta años después, el Perú parece muy diferente. Hay protestas y marchas sí, pero son pocas y
buscan mas bien un beneficio concreto o impedir un daño, pero no una sociedad
diferente. No hay manifestaciones
como en Chile para pedir mejor educación o como en Brasil protestando contra
los gastos de los partidos de fútbol.
Muchos peruanos parecen resignados a que viviremos siempre en un país
injusto. A veces los abusos causan
tristeza o indignación, pero aún entonces la reacción predominante es la
pasividad. Para muchos universitarios su
mayor acto de solidaridad es organizar una chocolatada navideña.
Los
jóvenes integrantes de los propios partidos políticos parecen más preocupados
por alcanzar un puesto que por asumir algún sacrificio o entender la
problemática nacional. En un encuentro para dirigentes juveniles de
partidos políticos una chica me preguntó con total desparpajo: “¿Acaso se
necesita ideología para hacer política?”
Llama
la atención la reflexión de Carlos Iván
Degregori en el documental, cuando indica que, tras una visita a las zonas
rurales de Ayacucho sintió “que los evangélicos
nos habían reemplazado”: eran ellos quienes asumían un trabajo voluntario,
desinteresado, buscando el bien común y con una mística que llevaba a un
vínculo emocional entre personas provenientes de lugares y clases sociales
diferentes.
Varios
factores que golpearon a esa izquierda histórica tan segura de lograr el cambio
social. La aparición de Sendero
Luminoso captó a muchos jóvenes y luego los diferentes partidos tuvieron
enfrentar los ataques terroristas y la represión de las Fuerzas Armadas. Después el gobierno de Fujimori tuvo diez
años todos los medios para convencer a millones de personas que sólo valía el
éxito individual, debilitando las organizaciones y sindicatos. “En realidad, los líderes se aburguesaron,
pensando más en su triunfo electoral y se alejaron de la gente”, sostiene un
profesor universitario.
Es
triste percibir la distancia entre los grupos de izquierda y los sectores
populares, como hace unos meses en el voto por la revocatoria en la
Municipalidad de Lima. Por eso, el documental de Adrianzén es tan valioso y
cuestionante, pues habla de mística y compromiso de vida. Personalmente, me rehúso a creer que estas cualidades no puedan volver a
desarrollarse.
Etiquetas: compromiso, compromiso social, Francisco Adrianzén, Izquierda
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