martes, julio 16, 2013

RP 467: La Revolución y el Corazón

La semana pasada me pareció que regresaba a los tiempos de esplendor de la Filmoteca del Museo de Arte, cuando vi la larga cola para el documental Desde el lado del Corazón, de Francisco Adrianzén, basado en los testimonios de dirigentes izquierdistas sobre cómo vivieron los gobiernos militares de Velasco y Morales Bermúdez.  
El documental consigue mantener en todo momento la atención de los espectadores, sean éstos contemporáneos de los protagonistas, sean mas bien quienes, como yo, asociamos a Velasco a nuestros recuerdos infantiles, o los más jóvenes, para quienes Velasco es tan remoto como para mí Guillermo Billinghurst. 
La clave de este interés es que Adrianzén logra que los entrevistados compartan su mística y sus  ilusiones, por momentos conmovedoras.   Escuchar los recuerdos de Javier Diez Canseco y Carlos Iván Degregori resulta especialmente emotivo.
Los protagonistas refieren una y otra vez la certeza que entonces tenían de que lograrían implantar el socialismo en el Perú.   Las experiencias de la Unión Soviética, China y Cuba eran precursoras de lo que ocurriría irreversiblemente aquí y esa seguridad llevaba a muchas personas a sacrificar comodidades absurdas y secundarias “en vísperas de la revolución”.   La vida ascética era la regla:  “Recién tomé mi primer vaso de cerveza cuando tenía 37 años” recuerda Rolando Breña.  
Dejar el hogar para convivir con los más pobres era muy común, muchas veces mudándose a la ciudad donde disponía el respectivo partido político.  Javier Diez Canseco revela que vivía en La Oroya en una habitación sin luz, agua o desagüe, con otros tres compañeros con los que hacía trabajo político con los mineros.  
“Muchos dejamos la Universidad porque parecía algo superfluo”, me confesó hace unos días un economista sanmarquino.   En ese contexto, el terremoto de 1970 desencadenó que muchos jóvenes dejaran todo (familia, enamorada, universidad) para viajar a ayudar a los compatriotas afectados.   “Muchos ya no volvieron”, recuerda un amigo filósofo. 
Lo curioso era que los entrevistados confiesan en el documental que veían a Velasco como otro gobierno imperialista y fascista, similar a las típicas dictaduras de derecha de América Latina.   “Ni siquiera la Reforma Agraria me convenció”, recuerda Héctor Béjar.   Otro entrevistado declara:   “Ahora me doy cuenta que era el proyecto de cambio social más articulado que ha habido en el Perú”.
Algunos izquierdistas terminaron sumándose al régimen de Velasco, trabajando en SINAMOS o el Ministerio de Educación, pero sus esperanzas se quiebran con el golpe de Morales Bermúdez. 
Más de treinta años después, el Perú parece muy diferente.  Hay protestas y marchas sí, pero son pocas y buscan mas bien un beneficio concreto o impedir un daño, pero no una sociedad diferente.     No hay manifestaciones como en Chile para pedir mejor educación o como en Brasil protestando contra los gastos de los partidos de fútbol.    Muchos peruanos parecen resignados a que viviremos siempre en un país injusto.   A veces los abusos causan tristeza o indignación, pero aún entonces la reacción predominante es la pasividad.   Para muchos universitarios su mayor acto de solidaridad es organizar una chocolatada navideña.
Los jóvenes integrantes de los propios partidos políticos parecen más preocupados por alcanzar un puesto que por asumir algún sacrificio o entender la problemática nacional.     En un encuentro para dirigentes juveniles de partidos políticos una chica me preguntó con total desparpajo: “¿Acaso se necesita ideología para hacer política?”
Llama la atención la reflexión de  Carlos Iván Degregori en el documental, cuando indica que, tras una visita a las zonas rurales de Ayacucho sintió  “que los evangélicos nos habían reemplazado”: eran ellos quienes asumían un trabajo voluntario, desinteresado, buscando el bien común y con una mística que llevaba a un vínculo emocional entre personas provenientes de lugares y clases sociales diferentes.
Varios factores que golpearon a esa izquierda histórica tan segura de lograr el cambio social.   La aparición de Sendero Luminoso captó a muchos jóvenes y luego los diferentes partidos tuvieron enfrentar los ataques terroristas y la represión de las Fuerzas Armadas.   Después el gobierno de Fujimori tuvo diez años todos los medios para convencer a millones de personas que sólo valía el éxito individual, debilitando las organizaciones y sindicatos.   “En realidad, los líderes se aburguesaron, pensando más en su triunfo electoral y se alejaron de la gente”, sostiene un profesor universitario. 

Es triste percibir la distancia entre los grupos de izquierda y los sectores populares, como hace unos meses en el voto por la revocatoria en la Municipalidad de Lima.   Por eso,  el documental de Adrianzén es tan valioso y cuestionante, pues habla de mística y compromiso de vida.   Personalmente, me rehúso a  creer que estas cualidades no puedan volver a desarrollarse.     

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