Reflexiones Peruanas Nº 262: ¿En qué consiste el amor por el Perú?
Sin desfile militar, sin desfile escolar, sin corso de Wong… Este año, las Fiestas Patrias serán más sobrias de lo normal y la ausencia de tantas demostraciones externas me hace pensar en si realmente en ellas debería centrarse el afecto por el Perú.
Por ejemplo, me parece bien que los militares busquen demostrar su patriotismo, pero tanto énfasis se pone en sus desfiles militares, tantos héroes militares tenemos y tanto dinero reciben las Fuerzas Armadas que pareciera que amar al Perú fueran privativo de ellos (y no hablemos de los militares que han hecho daño al país).
A esto se añade, la creencia de muchos civiles que para rendir homenaje al Perú hay que militarizarse o, lo que es peor, militarizar a niños y adolescentes, obligándolos también a desfilar como soldados.
Resulta absurdo ver en tantos lugares pobres del Perú que los colegios invierten días de días en preparar el desfile, en lugar de estudiar. El estudiante gordito, bajito o con problemas de coordinación pasa a ser casi un “mal peruano”, que daña la imagen del colegio.
Los funcionarios estatales incentivan estas distorsiones, otorgando premios y reconocimientos a los colegios, no por la formación o los contenidos que imparten, sino por la apariencia marcial de sus alumnos en los desfiles. En varias ciudades, luego de la premiación, es frecuente la violenta reacción de los colegios que no fueron favorecidos, profundizándose sentimientos de rivalidad.
Otra expresión común del patriotismo son las actividades deportivas. Para mí, el deporte contribuye a la salud y a la autoestima individual. En algunos casos, puede contribuir a la autoestima colectiva. En el caso de una sociedad machista como la nuestra, los logros de las deportistas peruanas son especialmente importantes para romper estereotipos negativos hacia las mujeres. Sin embargo, creo que aún quien no interviene en competencias deportivas puede estar muy comprometido con su sociedad. La falta de destreza no denota falta de compromiso y una derrota deportiva no refleja, en lo absoluto, el fracaso del Perú como país.
En general, siempre me parece que la conmemoración del aniversario patrio peca de un carácter triunfalista que está en cruel contraste con la terrible realidad de la mayoría de peruanos. Este año, esta sensación se incrementa. ¿Cómo decirle “Felices Fiestas” al padre de un policía muerto en la Curva del Diablo o un campesino de Puno que perdió a su hijo por falta de atención médica?
¿Qué sentirán tantas personas en Trujillo si ven a los responsables de las muertes de sus seres queridos presentarse en todas las solemnes ceremonias oficiales sin mostrar el más mínimo arrepentimiento?
A mi entender, el amor por el país no es un tema de demostraciones externas, con escarapelas gigantes en los edificios públicos y embanderamiento obligatorio, sino de conductas concretas. No es un tema restringido a militares, escolares o deportistas, sino que atañe a todos los peruanos: se refiere a lo que cada uno de nosotros hace efectivamente para promover una sociedad mejor.
Recientemente, se manifiesta entre nosotros una mayor autoestima colectiva en la revaloración de muchos productos culturales, como la comida. Sin embargo, la verdadera autoestima no debería estar solamente en que el pisco, el ají de gallina o el cebiche sean peruanos, sino en nosotros mismos. A mi modo de ver, no es posible pretender amar al Perú o sus legados históricos y al mismo tiempo mirar con desdén a los demás peruanos. Sin embargo, son muchos los que sostienen que viven en país rico y hermoso… cuyo principal defecto son los propios habitantes. Una muestra de ello son aquellos turistas limeños, que sienten mucho orgullo y emoción cuando recorren el Perú, pero tratan con el mayor desdén a sus habitantes (los he visto en Cusco, Huancayo, Chiclayo, etc.).
El verdadero amor por el Perú implica también enfrentar estereotipos negativos como “son pobres por su culpa” o frases tan destructivas como “así somos los peruanos” o “Los peruanos no sabemos hacer bien las cosas”. Implica no aceptar prácticas de explotación tan comunes como las que existen hacia las trabajadoras del hogar. Implica no admitir como naturales e inexorables la pobreza, la viveza, el racismo o la corrupción.
Celebremos estas Fiestas Patrias nuestro compromiso con la justicia, nuestra solidaridad hacia los que menos tienen. Celebremos la posibilidad de decir “nosotros” con personas que tuvieron orígenes distintos, pero que ahora conforman una sociedad plural.
Celebremos una idea, una esperanza, un camino a medias y una fe en un futuro mejor para todos.
Personalmente, no sé si llegaré a vivir en una sociedad donde todos sus habitantes tengan acceso a salud, educación de calidad y un trabajo digno. Pero quizás por eso mismo es más interesante pensar que en las Fiestas Patrias nos corresponde celebrar un reto…sin saber si alcanzaremos la meta deseada.
Etiquetas: awajún, Fiestas Patrias, patriotismo, pobreza
2 Comments:
Estimado Wilfredo:
El Perú es todas las sangres, que te guste Verdi, Grupo cinco es prueba de ello. Esa mezcla con su belleza y pobreza elegimos quedarnos nos nos fuimos viviendo cada día a cuestas con esta memoria.
Hace mucho tiempo no leo una reflexion con un total sentido si bien es cierto que solamente en Fiestas Patrias tratamos de ser peruanos porque? colocando banderas o prepararnos para desfiles, mentira para la gran mayoria FIESTAS PATRIAS son dias de descanso pero no pongamos por excusa al Peru ya que nos falta mucha identidad nacional.
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