domingo, setiembre 28, 2008

Reflexiones Peruanas Nº 219: ¿Cómo enseñar historia en el Perú?

Enero de 1881. Derrotadas y dispersas, las tropas peruanas están a punto de incendiar Lima. El Alcalde ruega al ejército chileno que tome posesión de la ciudad y así se instaura un breve período de orden en que los ferrocarriles y el correo funcionan con eficiencia.

A muchos peruanos puede causar sorpresa e indignación esta versión de la Guerra del Pacífico, que muchos chilenos manejan y refuerza los prejuicios actuales que asocian irracionalidad y desorden a los habitantes de estas tierras.

De otro lado, es interesante cómo en Chile despierta mucha sensibilidad la batalla de Concepción (Junín), en la que 74 soldados se negaron a rendirse y perecieron heroicamente a manos de 300 soldados peruanos y 1,500 campesinos “armados de lanzas”. Las similitudes con la batalla de Arica son sorprendentes y también este episodio se conmemora con la jura de la bandera.

La versión peruana, sin embargo, ha omitido esta victoria protagonizada por campesinos andinos y enfatiza mas bien los saqueos, incendios y violaciones cometidos por los chilenos, en consonancia con las percepciones contemporáneas de rapacidad y falta de escrúpulos que se les atribuyen.

En realidad, si no se realizan reflexiones serias, lo más frecuente es que al narrar la Historia, cada país exprese los “sentidos comunes” que existen hacia los países vecinos o hacia sí mismo.

Por eso, en la actualidad, varios países europeos han corregido los libros escolares que justificaban el colonialismo y mas bien buscan enfatizar la incorporación de la población migrante como nuevos ciudadanos. En Alemania e Italia, luego de la Segunda Guerra Mundial, debió corregirse el carácter marcadamente nacionalista de los textos de Historia, como se haría en España décadas después, tras la muerte de Franco.

A mi modo de ver, en el Perú deberíamos comenzar por corregir la tentación de buscar a toda costa un referente glorioso en los tiempos antiguos. Todavía hay quienes ven al Imperio Incaico como un régimen justo y protector, eludiendo mencionar la conquista violenta de numerosos pueblos, el sufrimiento impuesto a muchas personas y la práctica de los sacrificios humanos, como la llamada “momia Juanita”. Algo similar sucede con el Señor de Sipán, del cual se enfatiza la majestuosidad de su tumba y no las sanguinarias prácticas moches reflejadas en la cantidad de personas ejecutadas para acompañarle.

Es evidente que toda época debe ser juzgada de acuerdo a su contexto, pero me preocupa que así se refuercen algunas percepciones actuales, como que un régimen autoritario puede ser positivo si obra con supuesta benevolencia o la indiferencia frente al sufrimiento de la población indígena (incluida la percepción que “no sufre”).

Tampoco parece fácil manejar el periodo colonial: una minoría aún sostiene que debería percibirse a la Conquista como una empresa heroica y valiente, al punto que una de las principales avenidas de San Isidro sigue llamándose Conquistadores. Sin embargo, también es inexacto un discurso maniqueo que no encuentra nada positivo en aquellos siglos, ni siquiera los adelantos tecnológicos.

Particularmente, me llama la atención la frase “Los españoles nos invadieron”, que repiten muchos peruanos cuya ascendencia española les podría permitir también decir: “Nuestros antepasados invadieron el Perú”.

Muchos amigos afrodescendientes se quejan sobre cómo han sido invisibilizados en la historia del Perú. Lo mismo ha sucedido con los italianos, alemanes, japoneses, chinos, polacos, palestinos, croatas o judíos, que llegaron al Perú a lo largo del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Pocos conocen el rol de los japoneses en el desarrollo de Puerto Maldonado o de los italianos en Tacna, Miraflores o La Punta.

Uno de los períodos histórico más difícil de analizar objetivamente es el gobierno de Velasco, que comenzó en una semana como esta, hace cuarenta años. Sin embargo, el verdadero reto es cómo sopesar el reciente conflicto armado interno, en el que murió mucha más gente que durante la Guerra con Chile, incluyendo los chilenos. ¿Cómo explicar en un libro escolar que entre 1982 y 1985 el Ejército peruano cometió los crímenes más terribles de toda la historia republicana y que muchos de los perpetradores están libres? ¿O es mejor evitar que los jóvenes conozcan la historia?

Las denuncias de la congresista Mercedes Cabanillas, sobre una supuesta “infiltración senderista” en los libros escolares de la Editorial Norma, evidencian mas bien el interés por evitar cualquier de la historia que incomode a quienes están en el poder.

El peligro de fondo, como ocurre en Chile con la Guerra del Pacífico, es que en los libros de Historia y en el sentido común, prevalezca la versión de los “vencedores”, porque ésta suele carecer de todo espíritu crítico.

Precisamente, el reto de estudiar la historia no es memorizar fechas y buscar héroes gloriosos, sino comprender problemas tan actuales como la pobreza y el centralismo. Sólo de esa manera será factible explorar posibles soluciones y evitar que los episodios más trágicos del pasado puedan repetirse.

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