Reflexiones Peruanas Nº 247: Derrotando el Derrotismo
Debo confesar que cuando algunas personas me dicen que gracias a la sentencia de Fujimori ahora pueden creer en el Perú, me alegro, pero me sorprendo un poco, porque mis sentimientos normales hacia el Perú son de esperanza y optimismo. Como es tan frecuente escuchar a mis compatriotas hablar con pesimismo, quizás deba explicar mis razones.
Creo que haber trabajado promoviendo los derechos humanos en pleno conflicto armado fue una experiencia que me dejó marcado, por haber conocido a tanta gente que, pese a la pobreza y al desprecio que sufrían, rechazaba las prédicas de los grupos subversivos. Durante ese tiempo, casi todos mis colegas y amigos eran personas que, en nombre de sus ideales religiosos, morales o políticos denunciaban los crímenes de los senderistas y los militares. Cuando, emocionado, supe que Abimael Guzmán había sido capturado, sentí que se confirmaba mi convicción de que el mal no podría prevalecer y, remontando la etapa de la violencia, lograríamos una sociedad más justa.
En 1997, después de cuatro años de estudiar y trabajar en el extranjero, decidí regresar y para mi sorpresa, encontré un país con una percepción lamentable de sí mismo: no sólo teníamos un gobierno sin escrúpulos, sino empeñado en institucionalizar la prepotencia, el abuso hacia el débil y el cinismo. Todo estaba permitido, desde las fábricas contaminantes hasta la explotación laboral, desde las combis asesinas hasta los establecimientos racistas. En una estrategia perversa, los diarios chicha, Laura Bozzo, Magaly Medina y los noticieros procuraban corromper a la sociedad… o convencerla que era totalmente corrupta.
Era extraño: la mayoría de personas que conocía rechazaba el panorama social que describo, pero se sentían derrotados antes siquiera de pensar en cambiarlo. El fujimorismo había logrado convencer a los peruanos que éramos y por siempre seríamos una sociedad amoral.
Aún en los peores tiempos de la violencia y la hiperinflación, no había sentido tanto derrotismo. Cada vez que proponía algo para mejorar nuestra sociedad, encontraba escepticismo: los peruanos jamás usaríamos cinturones de seguridad, el canal 2 nunca sacaría del aire a
Bueno, Fujimori se fue (y el egregio abogado pretendió sucederlo sin éxito), Lucchetti y
Mis amigos cercanos saben que estoy a salvo de dos de las principales fuentes de derrotismo: la televisión, que aún sin Laura Bozzo sigue empeñada en mostrarnos como una sociedad abyecta, y el fútbol. En este último caso, creo que los resultados no podrían ser mejores, tratándose del país sudamericano que menos invierte en salud y educación. De hecho, la mayoría de deportistas exitosos en el Perú (como en todo el mundo) pertenecen a aquellos sectores donde desde niños las principales necesidades humanas estuvieron aseguradas.
Realmente me indigna que ante un mal resultado en el fútbol, haya quienes sueltan una frase tan derrotista como “los peruanos somos así”. La grandeza de un país no está en las habilidades deportivas de algunos individuos. La grandeza de un país, creo yo, está en cuánto avanza para que exista justicia y dignidad para todos sus habitantes.
Por eso, el martes pasado, cuando se pronunció la sentencia que condenó a Fujimori por sus crímenes, sentí que caminábamos hacia ser un país grande. Sentí que se había dado un paso en el camino contra la discriminación que no tenía precedentes en nuestra historia: un grupo de personas obtenía justicia, pese a su pobreza, y un criminal era condenado, pese a todo su poder. Cuando sentenciaron a Fujimori, recordé a miles de otras víctimas suyas: los inocentes presos y las campesinas esterilizadas. Siempre personas pobres, siempre los más débiles, los vulnerables, cuya historia muy pocos querían escuchar en aquellos años de atontamiento colectivo…
Como sucedía en los dolorosos años ochenta, mi convicción que el Perú puede mejorar gracias a los peruanos se ve confirmada por el ejemplo de algunos compatriotas, como los familiares de las víctimas y sus 17 años de lucha y la tenacidad de abogados como Ronald Gamarra, Gloria Cano o Carlos Rivera. Sin la fe de todos ellos en la justicia y en sí mismos se habría impuesto la impunidad.
A quienes desean una sociedad más justa, más humana, les digo: superar el derrotismo, es superar uno de los peores legados de Fujimori.
Etiquetas: Carlos Rivera, derrotismo, Fujimori, fútbol peruano, Gloria Cano, Laura Bozzo, Magaly Medina, Ronald Gamarra
2 Comments:
Más claro ni el agua. Usted ha expuesto muchas cosas que parte del país no quiere reconocer y en vez se acusa a la misma sociedad de ser causante de los problemas que siguen aquejando al Perú y no responsabilizar a las autoridades respectivas por el sistemático abandono y la continua manipulación a la que hemos sido sometidos por varios años.
Creo que hay una sola verdad, y es que si esta vez, cometemos los errores que nuestros padres cometieron, tendremos nuevamente un país violento y listo para ser gobernado no por un chino tal vez, pero si por otro corrupto, inmoral, y demás yerbas que no deseamos.
Ahora es nuestro turno de decir que la violencia no lleva a ningún lado, el narcotrafico no es la mejor opción, que hay que construir patria no destruir puentes, iglesias, casas, a nuestros vecinos, que la tolerancia y la exposición de ideas tan diversas deben encaminar a formar un solo pais, y buscar que nuestra voz se escuche. Que la prepotencia y la fuerza no unen.
No nos quedemos sólo en iluminar el camino con linternas y solo alcanzamos a ver los pocos pasos que tenemos en frente, hagamos algo más. Iluminemos el camino por dónde seguir.
He leido algunos post, y me agrada las buenas ideas y las buenos intenciones, pero hay mucho mas por hacer en este pais, que quedarse en casa dejando pasar los hechos por nuestro televisor y escribirlos en un blog.
Creo que debemos actuar y respetar a todos. Asi tambien exigir respeto. Se cometen abusos todos los dias, las 24 horas, y lo permitimos. Desde el que atenta tirando un papel al suelo, hasta el que asesina policias. Y los dejamos pasar.
Lo peor es que las autoridades (políticos, policias, maestros) en mayoria, no estan dispuestas a ayudar.
Hagamos que cambie esa actitud. Demos el ejemplo. Pidamos respeto y demos respeto. Respeto al medio ambiente, respeto al vecino, respeto al que viene al lado de nosotros, al que camina, al que maneja, al que trabaja, y exigamos que la gente respete al igual.
Será un punto de partida, pero por algún lado hay que empezar.
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