lunes, marzo 23, 2009

Reflexiones Peruanas Nº 244: La discriminación por vestimenta

Domingo 15 de marzo del 2009, santuario de Macchu Picchu. A diferencia de los centenares de turistas extranjeros que ingresan, a un grupo de profesores cusqueños se les pide que abran sus mochilas para examinar el contenido. Los vigilantes señalan que uno de ellos no puede ingresar. ¿La razón? Lleva un poncho en su mochila.


Los profesores protestan y aparece un funcionario del Instituto Nacional de Cultura que indica que a Macchu Picchu no se puede entrar con “disfraces”. La insistencia de los profesores logra que, por esta vez, su colega ingrese, ocultando su vergonzante prenda. Ha tenido suerte: hace unos meses, una delegación de un colegio de Sicuani vestida a la usanza indígena fue impedida de conocer el santuario con el mismo argumento.


Sería vergonzoso que en cualquier lugar del Perú, se discriminara a quien viste ponchos y ojotas, pero que esto se cometa en Macchu Picchu contra cusqueños, revela algo más que la estrecha mentalidad de algunos funcionarios.


Antiguamente, las vestimentas estaban determinadas por la clase social de una persona, su etnia, su edad o su estado civil. La modernidad implica aceptar que se trata de una simple cuestión personal. En muchos países, se admiten disposiciones como el uniforme de un colegio o de un equipo deportivo, así como las exigencias especiales para visitar un lugar que un grupo religioso considera sagrado. En el Perú, sin embargo, atreverse a vestirse de la manera “aceptable” genera serios inconvenientes.


Hace pocos años se estableció en Lima con su familia la Primera Secretaria de la Embajada del Ecuador, una señora indígena. Ella y sus hijas vestían siempre una blusa blanca floreada y una falda negra hasta los tobillos. Sin embargo, un día las dos jóvenes le dijeron a su madre:


-O nos vestimos como las limeñas o nos regresamos al Ecuador, porque esto es insoportable.


Todos los días en diversos lugares enfrentaban comentarios burlones y expresiones de rechazo. El contraste es marcado con Ecuador, Bolivia o Colombia, donde nadie hace mayor comentario cuando encuentra a los indígenas con sus vestimentas tradicionales en centros comerciales, restaurantes y universidades.


En muchas ciudades serranas, las mujeres que usan polleras padecen muchos maltratos en las dependencias públicas. En las ciudades amazónicas, de otro lado, muchos varones se ven obligados a llevar pantalón largo y zapatos de vestir, pese al calor y la lluvia. Incumplir esta exigencia puede implicar el impedimento de ejercer derechos fundamentales, como le ocurrió a un padre de familia que viajó seis horas para inscribir a su hijo en la municipalidad de Jaén y no se le permitió ingresar porque estaba en short.


Este vergonzoso incidente motivó a la Defensoría del Pueblo para exponer el problema de la discriminación por indumentaria en las dependencias públicas… encontrándose que entre los principales infractores están el Ministerio Público y el Poder Judicial, que en todo el Perú coloca carteles donde se prohibe shorts, bermudas y sandalias.


“¿Acaso alguien va a la playa con terno? ¿Por qué pretenden ingresar acá en short?”, me dice en Chiclayo un funcionario de la Corte Superior, pese a que en esa ciudad cada verano es más inclemente.


Otra forma de discriminación por vestimenta existe en los Clubes Regatas Lima y Terrazas, donde existe una vestimenta obligatoria para las trabajadoras del hogar de los socios. Se les prohibe inclusive usar sandalias, pudiendo solamente llevar zapatillas.


La explicación de los clubes es la ambigua situación de las empleadas del hogar: no son “invitadas”, es decir, los socios no pagan un derecho especial para que ingresen, pero su presencia es fundamental, para que los socios coman, jueguen, naden y reposen, mientras ellas cuidan de sus hijos. Los clubes admiten entonces que ingresen, pero que la vestimenta permita saber que son trabajadoras del hogar. En realidad, se trata de una obligación innecesaria, porque bastaría proporcionarles un carné, como de hecho existe en el Club Regatas, o inscribirlas en algún registro.


En la práctica, el uniforme que estos clubes disponen implica una penosa forma de estigmatización y, en el caso del Club Terrazas, debería ser sancionado por la Municipalidad de Miraflores, dado que la Ordenanza 294 prohibe que se impida el ingreso a una empleada que no lleva uniforme, un caso bastante frecuente.


La intolerancia respecto a la vestimenta de los demás, me hace recordar cuando hace algunos años, llegando a la sección de migraciones de un aeropuerto inglés, vi a una mujer musulmana caminar sin respetar las filas de los pasajeros, llevando la cabeza cubierta y una ancha túnica. Para mi sorpresa, se sentó en un mostrador y comenzó a sellar pasaportes. Su cargo de funcionaria pública no implicaba mayores exigencias de vestimenta. Nadie hubiera pensado que llevaba un disfraz. Lamentablemente, todavía algunos funcionarios del INC denominan así al poncho o las ojotas. En el fondo, si la discriminación por vestimenta es tan marcada en el Perú, es porque refleja jerarquías sociales, status y prejuicios étnicos.

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1 Comments:

At 10:05 a. m., Blogger Walter V. said...

supongo que la razon por la cual los funcionarios del inc en machu picchu no permiten el ingreso con esos "disfraces" es que existen personas que lucran con el uso de los poncho y demas vestimentas peruanas, ya sea con la toma de fotos u otras modalidades. Esa puede ser la razon, pero la solucion es pesima y demasiado facilista, basta con un mejor control dentro del santuario, y no con un control anterior si quiera al uso de las prendas de vestir.
Walter.

 

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