Reflexiones Peruanas Nº 210: ¿SE PUEDE CREER EN LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL EN EL PERÚ?
Las empresas contratistas de la Municipalidad de Lima retiran el asfalto de decenas de cuadras y luego suspenden las obras, dejando a los vecinos incomunicados durante meses. El Jockey Plaza, primero negándose totalmente y luego estableciendo exigencias humillantes, impide que en sus instalaciones se realice la entrega de un premio literario a tres reclusos. La última versión de Batman es presentada por la distribuidora local como una película apta para todos, aunque por sus violentas escenas en muchos países no se permite el ingreso de niños a las salas de cine donde se exhibe.
Todos estos casos muestran a empresas con la mayor indiferencia respecto a las consecuencias de su accionar en la sociedad. En nuestro país, desde el transporte interprovincial hasta los brazos financieros de las tiendas por departamentos, el desmedido afán de lucro parece permitir tantos abusos que para la mayoría de peruanos la expresión "responsabilidad social empresarial" sonaría mas bien sarcástica.
Es lamentable, porque el Perú, con sus abismales diferencias económicas y un Estado que incumple su obligación de garantizar los derechos sociales de la población, podría ser el escenario perfecto para que las empresas privadas desarrollaran políticas solidarias o comprometidas.
Con mucha frecuencia, mas bien, pareciera que se confunde responsabilidad social con actos caritativos aislados que pueden servir para promover la buena imagen de la empresa. Una muestra son los reportajes fotográficos donde todos los bondadosos empleados visitan una pobre localidad llevando polos anunciando el nombre de la empresa benefactora.
Un ejemplo a mayor escala ocurrió después del terremoto del año pasado, cuando Ripley, Scotiabank, Doe Run, Telefónica, Saga Falabella y otras empresas publicaron carísimos avisos donde proclamaban su solidaridad con las víctimas. El costo de cualquiera de esos anuncios hubiera perfectamente permitido a varias familias damnificadas vivir decorosamente hasta el día de hoy. Sin embargo, esas empresas prefirieron usar el terremoto como una macabra oportunidad publicitaria, siguiendo la senda de Ripley, que hace dos años llegó a distorsionar las cifras sobre niños que mueren por hambre en el Perú para conmover a sus clientes y hacerlos ir a sus tiendas a comprar "pulseritas solidarias".
Si queremos hablar de responsabilidad social empresarial en serio, antes de promover actos de beneficencia, hay algunos puntos previos que deberían ser tomados en cuenta al interior de las mismas empresas. El primero son las condiciones laborales: en muchas de las "empresas solidarias" como Telefónica o el Banco Continental (BBVA), los sindicatos son hostilizados. En la mayoría, como Wong o McDonald's, ni siquiera existen.
En segundo lugar habría que preocuparse por "los otros" trabajadores, es decir los vigilantes o el personal de limpieza, quienes con mucha frecuencia son explotados por los services. Lo mínimo sería escoger un service que cumpla sus derechos laborales. "Yo suspendí el contrato con una empresa de seguridad que obligaba a los guachimanes a firmar una carta de renuncia para poder usarla en su contra", dice un empresario español (RP 96). A veces los trabajadores más explotados están a cargo de colocar las banderolas sobre responsabilidad social.
Otro aspecto fundamental debería ser el cuidado del medio ambiente, que no es solamente un problema de la actividad minera o petrolera. Muy pocas empresas, instituciones públicas u ONGs tienen criterios para manejar los desperdicios, evitar los envases contaminantes o racionalizar el uso de la electricidad.
Un cuarto aspecto es la publicidad, que en el Perú refuerza concepciones racistas de belleza, éxito profesional o felicidad familiar. Los mensajes positivos que Nestlé (leche Ideal) Miller (Barena y Cusqueña) o Alicorp (Don Vittorio y mayonesa Alacena) pretenden promover pasan a segundo plano frente al daño que generan a la autoestima de la mayoría de peruanos.
En el fondo, se trata de respetar a la persona humana, algo difícil en el Perú, donde todavía es una práctica empresarial frecuente el abuso de poder, especialmente cuando éste es absoluto, sea porque los clientes o los trabajadores son muy débiles, sea porque la empresa logró obtener una codiciada concesión estatal. Llama la atención cómo las transnacionales se adaptan fácilmente a prácticas como explotación laboral, publicidad racista o prácticas contaminantes. Repsol produce en el Perú gasolina que estaría prohibida en España.
Un problema adicional es que el Estado no establece controles efectivos, sino que él mismo incumple estándares mínimos en materia laboral, publicitaria o ambiental. De hecho, en el programa Construyendo Perú (nada menos que del Ministerio de Trabajo) los obreros reciben mucho menos del salario mínimo.
Una verdadera política de responsabilidad social empresarial no necesariamente implica asignar amplios recursos o colocar grandes carteles, sino percibir a la persona, trabajador, consumidor, cliente, como un ser con derechos. Si las empresas que operan en el Perú no son capaces de ello, sus informes sobre responsabilidad social continuarán pareciendo simplemente intentos de mejorar la propia imagen, en base a la desgracia ajena.
Además…
-Finalmente, después de varios años de abusos e irregularidades, se dispuso dos días de suspensión de las operaciones de la cuestionada empresa Soyuz y se estudia denunciar penalmente a sus directivos (RP 209). Sin embargo, la Ministra de Transportes, en lugar de enfrentar sus responsabilidades, decidió viajar a Australia, nada menos que para exponer sobre la reforma del Estado.
-Hablando de accidentes de carreteras, otorgar a la Policía de Carreteras la facultad de multar a los malos conductores podría ser una solución… aunque también podrían incrementarse las prácticas de extorsión.
-Los clubes Alianza Lima, Universidad San Martín, Cristal, Bolognesi, Sport Ancash y Universitario están respaldando la campaña Sácale Tarjeta Roja al Racismo. Miles de asistentes a los estadios durante los últimos partidos vieron las banderolas contra el racismo y escucharon las invocaciones para dejar de lado los insultos hacia los jugadores afrodescendientes. Esperemos que cumplan.
-Al parecer, Alan García no es el único integrante del gobierno que está hablando de racismo: Mauricio Mulder sostiene que los cuestionamientos hacia el nuevo Presidente del Congreso Javier Velásquez Quesquén y la forma en que ha sido elegido se deberían nada menos que a sus rasgos físicos.
-Un grupo de vecinos de Miraflores logró que la Municipalidad prohibiera a una empresa china alojar temporalmente a sus empleados en la urbanización Aurora, con el argumento que generarían desorden. Otros vecinos sostienen que se trató de simple racismo.
-La editorial Santillana generó una masiva protesta en Juanjuí al colocar en millares de libros escolares que el Gran Pajatén se encuentra en La Libertad. Al parecer, nadie en el Ministerio de Educación revisó los textos.
-Hablando del rol de las empresas privadas en el ámbito cultural, la tienda Café Britt del Aeropuerto Jorge Chávez decidió devolver toda la edición de la revista Quehacer porque tenía en la carátula una fotografía de Ollanta Humala.
-Quedan invitados a los siguientes conversatorios organizados por la Mesa contra el Racismo:
RACISMO Y HUMOR
Oscar Montezuma y José Luis Gargurevich: autores del blog Choledad Privada (www.choledadprivada.com)
Eduardo Adrianzén, dramaturgo y guionista
Enrique Delgado, psicoanalista
Centro Cultural de España, 6 de agosto, 6pm.
RACISMO Y AUTORRACISMO
Julio Hevia, lingüista, Universidad de Lima
Rocío Muñoz Flores, directora del Centro de Estudios y Promoción AfroPeruano Lundú
Wilfredo Ardito Vega, abogado, APRODEH y Mesa contra el Racismo
Centro Cultural de España, 13 de agosto, 5pm.
El aporte:
En cuanto a Soyuz, y el fracasado Plan Tolerancia Cero, ¿no es posible acaso implantar, como en otros países, un control que evite que los choferes multados conduzcan? ¿No puede brindarse a los pasajeros información de los records de los conductores? ¿Qué le cuesta al gobierno implantar esta norma, hacerla obligatoria y evitar así que las empresas de transporte sigan asesinando a los usuarios?
Hace unos años en Huamachuco ampayamos al chofer del ómnibus que nos iba a llevar a Trujillo, empinando el codo con tres policías en un bar. Hartos por la demora, los pasajeros se acercaron a la mesa y le recriminaron. El chofer, bastante borracho, se despidió de sus amigos y subió con uno de los policías. Aterrados, decidimos bajar y nos acercamos a reclamar a la agencia. La dependienta entonces llamó a dos señoras: "Estos pasajeros ya no viajan, hay dos asientos disponibles". Las mujeres corrieron felices y subieron, pese a nuestras advertencias. Moraleja: las autoridades deben poner mano fuerte, pero muchos accidentes ocurren debido a la escasa cultura del reclamo que hay en la sociedad peruana (un periodista trujillano)
La frase W:
Promover en los hijos sentimientos de culpa puede ser una buena forma de ayudar a la sociedad y, con el tiempo, a uno mismo.
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